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2010_CEOCB_monografia Celaya.pdf - Inicio

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Las Raíces del Viento, Monografía de <strong>Celaya</strong><br />

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que lo agarran, acusándolo de haber sido el autor del homicidio. Y no sólo cargaron con él, se llevaron<br />

también a Donaciano Lara Escamilla y los hermanos José y Guadalupe Paredes Mandujano, a<br />

los que torturaron para que aceptaran el delito. Pero, gracias a la defensa que de ellos hizo el licenciado<br />

Arturo Nieto Lámbarri, quien años más tarde fuera alcalde de <strong>Celaya</strong> (1974-1976), se descubrió<br />

que al difunto lo había ejecutado el amante de su mujer, en el mismo instante en que aquél lo<br />

encontró, a ella y a él, haciendo de las suyas... Yo sabía que eran inocentes, por eso metí abogado<br />

y alegué donde tenía que alegar. Cuando nos enteramos de que el juez Antonio Pérez Méndez los<br />

sentenció a 23 años de prisión, mi mamá y yo nos le fuimos a parar allí en la cárcel de <strong>Celaya</strong>, y no<br />

digo, nos escuchó porque nos escuchó, más a mí, que le dije hasta lo que ya no por haberlos sentenciado<br />

injustamente gracias a la golpiza de los malditos judiciales. Me acuerdo que me le eché<br />

encima como una fiera, gritando -para que todos me oyeran-: ¡Ay, me viola, me viola!... Fue una<br />

manera de llamar la atención, para que aquel hombre injusto entendiera que se había equivocado.<br />

El martes 11 de junio de 1963, finalmente se conoció la noticia de que aquellos campesinos no<br />

habían cometido ningún crimen y hasta yo salí en la foto, al lado de ellos y el licenciado Nieto<br />

Lámbarri, dejando atrás las bartolinas de la cárcel de San Agustín. Mi mamá, ¡la pobre!, fallecida<br />

en 1964, a los 68 años de edad -en esta misma casa de la calle Emeteria Valencia donde vivo desde<br />

los cuarenta- se asustó mucho, porque creyó que lo de la violación había sido cierto”.<br />

Genio y figura, coraje y entrega diaria, solidaridad y sencillez, además del candoroso<br />

talento para hacer versos, como estos, cuando en la época del alcalde Jesús Ortiz (1942-1943) fue<br />

inaugurado el puente de la Victoria, sobre el río Laja:<br />

El señor Jesús Ortiz,<br />

nuestro señor presidente,<br />

hizo a <strong>Celaya</strong> feliz,<br />

construyéndole este puente<br />

para que pase la gente<br />

a comprarse su maíz.<br />

Todos la conocen por su bondad y por las flores de varia poesía con que a diario borda<br />

los secretos jardines de su inspiración y de su magia. Nadie como ella para componer estrofas en<br />

honor de Cristo Rey, el Papa, María, una flor, un tordo o alguna paloma mensajera. Luchadora<br />

incansable, guerrera de los que menos pueden, defensora por igual de humanos y animales, clara,<br />

directa y con una serenidad que le arranca preguntas a cualquiera. Cuando joven, manejó su<br />

primera trilladora marca John Deere. Brillaban sobre las llanuras de <strong>Celaya</strong> los años cincuenta,<br />

soleados, floridos, con sus cajas de agua y aquéllos alfalfares en los que se sentaba el día como un<br />

príncipe investido con sus atuendos de oro. La vida era respeto y respiración de apoyo mutuo. En<br />

la ciudad se percibían aromas de dalia y patios de ladrillo rojo, había unas fuentes con alegorías<br />

originales en el jardín de la alameda: estatuas de bronce que alguien “se llevó” y en su lugar colocó<br />

otras, es lo que afirma el viento. La muchacha tenía que atravesar toda la mancha urbana, de Norte<br />

a Sur, procedente de San Cayetano, allá por la salida a San Miguel, montada como un hombre en

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