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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Así lo espero.<br />

—No voy a recordaros la infancia, tiempo que no cuenta en la vida; yo os recordaré la<br />

pubertad, en el momento en que os apercibisteis de que Dios había puesto en vos un<br />

corazón para amar.<br />

—¿Para amar a quién?<br />

—Para amar a Gilberto.<br />

A esta palabra, a este nombre, un estremecimiento corrió por todas las venas de la<br />

joven, y el dominó azul sintió este estremecimiento en su brazo.<br />

—¡Oh! —dijo—. ¿Cómo sabéis, Dios mío?<br />

Y se detuvo asaeteando a través de su máscara y con una emoción indefinible, fijos sus<br />

ojos sobre el dominó azul.<br />

El dominó azul guardó silencio.<br />

Olive, o más bien Nicolasa, exhaló un suspiro.<br />

—¡Ah, monsieur! —dijo sin buscar el prolongar la lucha—. Acabáis de pronunciar un<br />

nombre que para mí está lleno de recuerdos. ¿Conocéis, pues, a Gilberto?<br />

—Sí, puesto que os hablo de él.<br />

—¡Ay!<br />

—Un muchacho encantador a fe mía. ¿Le amáis?<br />

—Era bello... No... no es eso...; pero yo le encontraba bello. Estaba lleno de espíritu; era<br />

mi igual por el nacimiento...; pero no, no, esta vez, sobre todo, me engañó. Igual, no,<br />

jamás. Tanto que si Gilberto lo quisiera, ninguna mujer sería su igual.<br />

—Incluso...<br />

—¿Incluso quién?<br />

—Incluso mademoiselle de Ta...<br />

—¡Oh! Yo sé lo que queréis decir —interrumpió Nicolasa—. Estáis bien informado,<br />

monsieur, lo compruebo; sí, él amaba algo más alto que la pobre Nicolasa.<br />

—Detengámonos ahí, si queréis.<br />

—Sí, sí, vos sabéis secretos terribles, monsieur —dijo Olive, temblorosa—. Ahora...<br />

Miró al desconocido como si pudiera leer a través de su máscara.<br />

—¿Ahora qué ha llegado a ser?<br />

—Yo creo que vos podréis decirlo mejor que nadie.<br />

—¿Por qué?<br />

—¡Gran Dios!<br />

—Porque si él os ha seguido de Taverney a París, vos lo habéis seguido de París al<br />

Trianón.<br />

—Sí, es verdad, pero hace diez años de esto; además no es de este tiempo del cual os<br />

hablo. Os hablo de diez años que han corrido después de que yo huí y que él<br />

desapareció. ¡Dios mío! ¡Han pasado tantas cosas en diez años!<br />

—Os lo ruego —insistió Nicolasa casi suplicante—, decidme lo que le ha ocurrido a<br />

Gilberto. ¿Vos os calláis, volvéis la cabeza? ¿Quizá este recuerdo os hiere? ¿Os<br />

entristece?<br />

El dominó azul no había vuelto sino inclinado la cabeza, como si el peso de estos<br />

recuerdos hubiera sido demasiado pesado.<br />

—Cuando Gilberto amaba a mademoiselle de Taverney —dijo Olive.<br />

—Pronunciad los nombres en voz baja —dijo el dominó azul—. ¿No habéis notado que<br />

yo no los cito?<br />

—Cuando él estaba tan enamorado —continuó Olive con un suspiro— que cada árbol<br />

del Trianón sabía su amor...<br />

—¡Y bien! ¿Vos no le amabais ya?

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