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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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para el porvenir. Esa mujer es el genio malo de vuestra persona, es la calamidad de la<br />

realeza; esa mujer que imprudentemente habéis admitido a compartir vuestros secretos y<br />

quizá ¡ay! vuestra intimidad...<br />

—¡Mis secretos, mi intimidad, caballero!— exclamó la reina.<br />

—Señora, el cardenal os ha dicho bastante claramente, y lo ha probado con suficiente<br />

claridad también, que habéis concertado con él la compra del collar.<br />

—¡Ah! ¡Volvéis de nuevo sobre esto, señor de Charny!— dijo la reina sonrojándose.<br />

—Perdón, perdón, pero ya veis que mi corazón es menos generoso que el vuestro; ya<br />

veis que soy indigno de conocer vuestros pensamientos. En lugar de dulcificar, irrito.<br />

—Mirad, caballero— dijo la reina con altivez y cólera a un tiempo—, lo que el rey cree,<br />

todo el mundo puede creerlo. No puedo ofrecer a mis amigos más que a mi esposo. Me<br />

parece que un hombre no puede amar a una mujer, si no siente por ella una estima. Y no<br />

hablo de vos— interrumpió con viveza—; no soy una mujer, soy una reina; vos no sois<br />

un hombre, sino un juez para mí.<br />

Charny se inclinó tan profundamente, que a la reina le debió parecer suficiente<br />

reparación la humildad de este súbdito fiel.<br />

—Os aconsejé— dijo de pronto— que os quedaseis en vuestras posesiones; era un<br />

prudente consejo. Lejos de la corte que contraría vuestras costumbres, vuestra rectitud,<br />

vuestra inexperiencia, permitidme que os lo diga, hubieseis apreciado mejor a los<br />

personajes que desempeñan su papel en este teatro. Hay que evitar la ilusión óptica,<br />

señor de Charny; hay que mantener el colorete y los afeites ante la muchedumbre. ¡Ah,<br />

señor de Charny! La aureola que proyecta la corona en la frente de las reinas, les otorga<br />

la castidad, la dulzura, el talento y sobre todo el corazón. Cuando se es reina, caballero,<br />

hay que dominar. ¿De qué sirve, pues, hacerse amar?<br />

—No sabría explicaros hasta qué punto la severidad de Vuestra Majestad me hiere,<br />

señora— dijo Charny muy conmovido—. Yo he podido olvidar que fueseis mi reina,<br />

pero hacedme la justicia de reconocer que nunca he olvidado que fueseis la primera de<br />

las mujeres dignas de mi respeto y de...<br />

—No acabéis, yo no mendigo nunca. Sí, yo os afirmé que una ausencia os era necesaria.<br />

Algo me dice que vuestro nombre acabará por pronunciarse en todo esto.<br />

—¡Señora, es imposible!<br />

—¡Decís imposible! Reflexionad en el poder de los que, desde hace seis meses juegan<br />

con mi reputación y con mi vida. ¡No decíais que el cardenal está convencido de que<br />

obra como consecuencia de un error en el que ha caído! Los que provocan convicciones<br />

parecidas, conde, los que causan errores de esta índole, pueden demostrar que sois un<br />

súbdito desleal para el rey y un amigo vergonzante para mí. ¡Los que inventan tan<br />

sencillamente lo falso, descubrirán fácilmente lo verdadero! No perdáis el tiempo, el<br />

peligro es grave; retiraos a vuestras posesiones, huid del escándalo que va a producirse<br />

con ocasión del proceso; no quiero que mi destino os arrastre ni que vuestra carrera se<br />

pierda. Yo, que, a Dios gracias, soy inocente y fuerte, que no tengo una mancha en mi<br />

vida, yo resistiré. Para vos sería la ruina, la difamación, tal vez la prisión; llevaos este<br />

dinero tan noblemente ofrecido, llevaos la seguridad de que ninguna de las indicaciones<br />

generosas de vuestra alma se me ha ocultado; que ninguna de vuestras dudas me ha<br />

herido; que no me ha dejado impasible ninguno de vuestros sufrimientos. Por eso os<br />

digo que partáis y busquéis en otra parte lo que la reina de Francia no os puede dar: la<br />

fe, la esperanza y la felicidad. ¡Partid! Vuestro tío tiene dos buques prestos en<br />

Cherburgo y en Nantes; escoged. Pero alejaos de mí. Yo traigo desgracia; alejaos de mí.<br />

No tenía más que una cosa en el mundo y como me falta, me siento perdida.<br />

Al decir estas palabras, la reina se levantó bruscamente como si quisiese despedir a<br />

Charny.

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