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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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Los tales gestos no iban dirigidos al guardasellos: el príncipe los multiplicaba con el fin<br />

de atraer la atención del rey, que miraba a un espejo en tanto que redactaba la orden.<br />

Estos gestos consiguieron el fin que se proponían, pues el rey terminó notándolos y<br />

después de haber despedido al señor de Breteuil, le dijo a su hermano:<br />

—¿Por qué le hacíais señales a Breteuil?<br />

—¡Oh, sire!...<br />

—Esos gestos tan vivos, este aire preocupado, significan algo.<br />

—Sin duda, pero...<br />

—Sois libre de no decir nada, hermano mío— dijo el rey algo molesto.<br />

—Sire, es que acabo de enterarme del arresto del señor cardenal de Rohan.<br />

—Pues bien, hermano mío, ¿por qué esta noticia puede causar en vos tal agitación?<br />

¿Hago mal acaso en castigar incluso a los poderosos?<br />

—¿Mal? No, hermano mío. No hacéis mal. No es esto lo que quiero deciros.<br />

—Me hubiese sorprendido mucho, señor conde de Provenza, que hubieseis apoyado al<br />

hombre que ha tratado de deshonrar a la reina. Acabo de verla a ella, hermano mío y<br />

una sola palabra suya ha bastado...<br />

—¡No permita Dios, sire, que yo trate de acusar a la reina! Bien lo sabéis. Su<br />

Majestad... mi hermana, no tiene amigo más devoto que yo. ¿Cuántas veces no me ha<br />

tocado defenderla, dicho sea sin reproche, inclusive contra vos?<br />

—¿En verdad, se la acusa, pues, muy a menudo?<br />

—Tengo desgracia; me reprendéis a propósito de todas mis palabras... Quiero decir que<br />

ni la reina me creería si yo pareciese dudar de su inocencia.<br />

—¿En tal caso aplaudís conmigo la humillación que hago sufrir al cardenal, el proceso<br />

que se va a instruir, el escándalo que va a poner fin a todas esas calumnias que no se<br />

permitirían contra una simple dama de la corte y de las que todos se hacen eco, porque<br />

la reina según se dice está por encima de estas miserias?<br />

—Sí, sire; apruebo por completo la conducta de Vuestra Majestad y me parece muy<br />

bien por lo que se refiere al asunto del collar.<br />

—¡Por Dios, hermano mío—dijo el rey—, nada puede ser más claro. ¿Acaso no se ve a<br />

través de todo esto al señor de Rohan, jactándose de la familiar amistad con la reina,<br />

concertando en su nombre la compra de los diamantes que ella no quiso aceptar y<br />

dejando que se diga que esos diamantes han ido a manos de la reina o que están en las<br />

habitaciones de ella? Esto es monstruoso y como decía la reina: "¿Qué se creería si yo<br />

tuviese al señor de Rohan como cómplice de este tráfico misterioso?"<br />

—Sire...<br />

—Y además, no ignoráis, hermano mío, que la calumnia nunca se detiene en la mitad<br />

del camino, que la ligereza del señor de Rohan compromete a la reina y el relato de sus<br />

ligerezas la deshonra...<br />

—¡Oh! Sí, lo repito; tenéis toda la razón en cuanto se refiere al asunto del collar.<br />

—Pero— dijo el rey sorprendido—, ¿acaso hay otro asunto?<br />

—Sire..., la reina ha debido deciros...<br />

—Decirme..., ¿qué?<br />

—Sire...<br />

—¡Ah! ¿Las jactancias del señor de Rohan, sus reticencias, sus pretendidas<br />

correspondencias?<br />

—No, sire, no.<br />

—¿Entonces, qué? ¿Las entrevistas que la reina hubiese concedido al señor de Rohan<br />

para el asunto del collar de que se trata...?<br />

—"No, Majestad, no es esto.

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