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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—Claro.<br />

—Un dato.<br />

—¿Cuál y sobre qué?<br />

—Sobre la embajada.<br />

—Soy el canciller.<br />

—¡Oh, de maravilla! Nosotros acabamos de hablar con el embajador.<br />

—Vengo de su parte.<br />

—¿De su parte? ¿Para decirnos...?<br />

—Os ruega que salgáis en seguida de su palacio, cuanto antes, señores.<br />

Los joyeros se miraron apenados.<br />

—Ya que —dijo Ducorneau, con altivez— habéis sido poco corteses y parece que poco<br />

serios.<br />

—Escuchadnos.<br />

—Es inútil —les interrumpió Beausire, que apareció, rígido y desdeñoso, en la puerta—<br />

. Monsieur Ducorneau, Su Excelencia os ha dicho que despidáis a estos señores.<br />

—Señor secretario...<br />

—Obedeced —dijo Beausire, secamente—. Haced lo que se os ordena —y desapareció.<br />

El canciller tomó a su pariente por el hombro derecho, al socio de su familiar por el<br />

izquierdo, y los dejó amablemente fuera.<br />

—Ya lo veis —dijo—; es un negocio fracasado.<br />

—Estos extranjeros son tan susceptibles —murmuró Boehmer, que era alemán.<br />

—Cuando uno se llama De Souza y se tiene novecientas mil libras de renta, mi querido<br />

primo —dijo el canciller—, se tiene el derecho de ser lo que se quiere.<br />

—¡Ah! —suspiró Bossange—, ya os lo había dicho, Boehmer, que sois demasiado<br />

precipitado con los negocios.<br />

—Muy bien —repuso el testarudo alemán—; si nosotros no tenemos su dinero, tampoco<br />

él tendrá nuestro collar.<br />

Se acercó a la puerta de la calle y Ducorneau le dijo, riendo:<br />

—¿Sabéis lo que es un portugués? ¿Sabéis lo que es un embajador, vos que sois tan<br />

burgués? ¿No? Pues voy a decíroslo. Un embajador favorito de una reina, Potemkin,<br />

todos los años, el día primero de enero, compraba para la reina un cesto de cerezas que<br />

costaba cien mil escudos, a mil libras la cereza; es bonito, ¿verdad? ¡Pues monsieur de<br />

Souza comprará las minas del Brasil para encontrar un diamante tan grande como todos<br />

los vuestros! Eso le costará veinte años de su renta, veinte millones, ¿pero qué le<br />

importa? El no tiene hijos. He ahí todo.<br />

Y cerró la puerta cuando Bossange, retrocediendo, le dijo:<br />

—Arreglad eso, y vos tendréis...<br />

—Aquí se es incorruptible —replicó Ducorneau.<br />

Aquella misma noche el embajador recibió la siguiente carta:<br />

«Monseñor:<br />

»Un hombre que espera vuestras órdenes y que desea presentaros las excusas<br />

respetuosas de vuestros humildes servidores está en la puerta de vuestro palacio; a una<br />

señal de Vuestra Excelencia depositará en las manos de uno de vuestros servidores el<br />

collar que felizmente consiguió atraer vuestra atención.<br />

«Dignaos recibir, monseñor, la seguridad del más profundo respeto, etc. etc.<br />

«Boehmer y Bossange.»<br />

—Muy bien —dijo el embajador al terminar la lectura—. El collar es nuestro.<br />

—No, no —dijo Beausire—. Sólo será nuestro cuando lo hayamos comprado. Por lo<br />

tanto, hagámoslo.<br />

—¿Cómo?

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