26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Y corrieron. El señor embajador, gracias a la experiencia de su ayuda de cámara, en un<br />

santiamén se quitó el traje de viaje y se puso uno del mejor corte. Un barbero llamado a<br />

toda prisa le dejó como nuevo. Algunas cajas y objetos de viaje, aparentemente<br />

valiosos, llenaban unas mesas y dos consolas, reflejándose en ellas el fuego de la<br />

chimenea.<br />

—Entrad, entrad, señor canciller —dijo el embajador, que acababa de acomodarse en un<br />

sillón lleno de cojines delante del fuego.<br />

—¿El señor embajador se molestará si le contesto en francés? —le preguntó el canciller<br />

a Beausire.<br />

—No; habladle siempre en vuestro idioma.<br />

Ducorneau presentó sus cumplimientos en francés.<br />

—Esto es sorprendente; habláis admirablemente el francés, monsieur Ducorneau.<br />

«Me cree portugués», pensó el canciller, con alegría, y estrechó la mano de don Manoel.<br />

—Bien —dijo Manoel—, ¿podríamos cenar?<br />

—Ciertamente, sí, Excelencia. El Palais-Royal está a dos pasos de aquí y puede servir<br />

una exquisita cena a Vuestra Excelencia.<br />

—Como si fuera para vos, monsieur Ducorneau.<br />

—Sí, monseñor... y yo, si Su Excelencia lo permite, me tomaré la licencia de ofrecerle<br />

alguna botella de un vino del país como Su Excelencia no lo encontraría ni en Oporto.<br />

—¿Nuestro canciller tiene una buena bodega? —preguntó Beausire.<br />

—Es mi único lujo —repuso humildemente el buen hombre, en el cual, por primera vez<br />

y a la luz de las bujías, Beausire y don Manoel observaron la viveza de su mirada, sus<br />

carnosas mejillas y su rojiza nariz.<br />

—Haced lo que creáis mejor, monsieur Ducorneau —dijo el embajador—. Traed<br />

vuestro vino y venid a cenar con nosotros.<br />

—Tanto honor...<br />

—Sin etiqueta; hoy soy todavía un viajero. No seré embajador hasta mañana, y entonces<br />

hablaremos de negocios.<br />

—Monseñor me permitirá que me arregle un poco.<br />

—Estáis soberbio —dijo Beausire.<br />

—Quedaos como estáis, señor canciller, y dedicad a los preparativos el tiempo que os<br />

tomaríais para poneros el traje de gala...<br />

Encantado, Ducorneau abandonó al embajador y echó a correr para beneficiar diez<br />

minutos el apetito de Su Excelencia.<br />

Durante este tiempo los tres granujas pasaban revista al mobiliario y a su nuevo reino.<br />

—¿Duerme en el palacio el canciller? —preguntó don Manoel.<br />

—No; el tipo tiene una buena bodega y debe tener en alguna parte una linda modistilla.<br />

Es un buen pájaro.<br />

—¿El suizo?<br />

—Habrá que desembarazarse de él.<br />

—Yo me encargo.<br />

—¿Los demás criados del palacio?<br />

—Criados alquilados, que nuestros socios sustituirán mañana.<br />

—¿Qué hay de la cocina?<br />

—Nada. El antiguo embajador no paraba jamás en el palacio. Tenía su casa en la<br />

ciudad.<br />

—¿Qué ocurre con la caja fuerte?<br />

—Para la caja fuerte hay que consultar al canciller; eso es delicado.<br />

—Yo me encargo —dijo Beausire—. Somos ya los mejores amigos del mundo.<br />

—Silencio. Aquí viene.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!