26.01.2019 Views

EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Es para una buena obra que presido.<br />

—Muy bien, condesa. Yo también os daré algo... para vuestra buena obra.<br />

—Vuestra Majestad se equivoca. Ya he tenido el honor de decirle que no pedía nada. El<br />

señor cardenal, como acostumbra, me habló de la bondad de la reina, de su inagotable<br />

gentileza.<br />

—Y desea que yo proteja a sus protegidos.<br />

—Sí, claro, Majestad.<br />

—Lo haré, y no por el cardenal, sino por los desgraciados que acojo siempre bien,<br />

vengan de quien vengan. Sólo le diréis a Su Eminencia que estoy muy disgustada.<br />

—¡Ay!, madame, ved lo que yo le he dicho, pues de eso viene la confusión que yo<br />

señalaba a la reina.<br />

—Ah...<br />

—Yo le hablaba al señor cardenal de la generosidad de Su Majestad ante cualquier<br />

infortunio, sus continuas ayudas, la causa de que la bolsa de la reina muchas veces esté<br />

como exprimida.<br />

—Bien.<br />

—«Ved, monseñor —le dije como ejemplo—: Su Majestad es esclava de su bondad. Se<br />

sacrifica por sus pobres, y el bien que hace se vuelve a veces contra ella.» Y en este<br />

sentido tengo que acusarme.<br />

—¿Cómo es eso, condesa? —preguntó la reina, que escuchaba con sumo interés, quizá<br />

porque Juana había sabido cogerla por su lado débil, o porque María Antonieta<br />

adivinaba bajo el largo preámbulo la preparación de algo inesperado.<br />

—Digo que Vuestra Majestad me había dado una importante cantidad algunos días<br />

antes, donativos que son bastante frecuentes en la reina, pero si la reina hubiera sido<br />

menos sensible, menos generosa, tendría dos millones en su caja, gracias a los cuales<br />

nada le habría impedido comprar ese bello collar de diamantes tan noblemente, tan<br />

valientemente, pero tan injustamente rechazado. Perdonadme que lo diga.<br />

La reina enrojeció y se quedó mirando a Juana. Evidentemente, la conclusión estaba en<br />

la última frase. ¿Había allí un lazo? ¿Era sólo una lisonja? Lo cierto era que la cuestión<br />

se había expuesto, y cabía el que hubiese en ella un peligro para una reina. Pero Su<br />

Majestad vio en el rostro de Juana tanta dulzura, tan limpia benevolencia y tanta lealtad<br />

que ella no podía recelar que bajo aquel rostro se escondiesen ni la perfidia ni la<br />

adulación.<br />

Y como la reina era una mujer de alma auténticamente generosa, y en la generosidad<br />

hay siempre fuerza, y en la fuerza una firme sinceridad, María Antonieta, tras un<br />

reprimido suspiro, dijo:<br />

—Sí, el collar era hermoso; no tendría palabras para la alabanza que merece, pero me<br />

satisface pensar que una mujer de gusto me bendecirá por haberlo rechazado.<br />

—Si vos supierais, madame, cómo se conocen los sentimientos de las personas cuando<br />

se trata del interés de aquellos a quienes esas personas aman.<br />

—¿Qué queréis decir?<br />

—Quiero decir, madame, que al saber vuestro heroico sacrificio del collar, yo vi<br />

palidecer a monsieur de Rohan.<br />

—¿Palidecer?<br />

—Los ojos se le llenaron de lágrimas. No sé, madame, si es verdad que el cardenal es un<br />

caballero intachable como se asegura, pero sí sé que después de verle tan emocionado<br />

ante vuestro generoso desinterés y vuestra sublime abnegación, su rostro no se me<br />

olvidará jamás.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!