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EL COLLAR DE LA REINA

El collar de la Reina, libro segundo sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas. - 1848

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—¡Bah...! —murmuró la reina sin disimular su curiosidad y sentándose en el lecho—.<br />

¿Tenéis algo que darme? Realmente sois bien amable; porque yo no hubiera creído que<br />

trajeseis ninguna prueba. Nada de subterfugios. Quiero lo prometido.<br />

Entonces, con una sonrisa llena de bondad, el rey hurgó en su bolsillo con una lentitud<br />

que aumentaba la expectación; esa lentitud que hace estremecer de impaciencia al niño<br />

por su juguete, al animal por su golosina, a la mujer por su regalo. Al fin terminó por<br />

sacar de su bolsillo una caja de tafilete rojo artísticamente estampado y realzado con<br />

dorados.<br />

—¿Un cofrecillo? —dijo la reina—. Veamos.<br />

El rey puso el cofrecillo sobre el lecho. La reina lo cogió vivamente, y apenas hubo<br />

abierto la caja exclamó alborozada:<br />

—¡Oh, qué bello, Dios mío, qué bello!<br />

El rey sintió que un estremecimiento de alegría le cosquilleaba el corazón.<br />

—¿Lo encontráis bello?<br />

La reina no podía responder de júbilo.<br />

Después sacó del cofrecillo un collar de diamantes tan grandes, tan puros, tan<br />

luminosos, y tan hábilmente engarzados, que parecía que corría sobre sus bellas manos<br />

un río de fósforo y de llamas.<br />

El collar ondulaba como los anillos de una serpiente, en que cada anillo ofrece un<br />

resplandor distinto.<br />

—¡Oh, es magnífico! —dijo la reina encontrando la palabra—. Magnífico —repetía con<br />

ojos que se animaban al contacto de aquellos fabulosos diamantes, acaso porque<br />

pensaba que ninguna mujer del mundo podía lucir un collar como aquél.<br />

—¿Estáis contenta?<br />

—Entusiasmada, Sire. Me habéis hecho demasiado feliz.<br />

—Me alegro.<br />

—Ved esta primera fila, los diamantes son como avellanas.<br />

—En efecto, y bien colocados. No se distinguirían los unos de los otros.<br />

—Qué sabias proporciones entre las diferencias del primero al segundo y del segundo al<br />

tercero. El joyero que ha reunido estos diamantes y ha hecho este collar es un artista.<br />

—Son dos.<br />

—¿Se trata de Boehmer y Bossange?<br />

—Habéis adivinado.<br />

—De verdad que sólo ellos pueden atreverse a hacer joyas parecidas. ¡Qué bello es,<br />

Sire, qué bello!<br />

—Madame, madame, estáis pagando este collar demasiado bien.<br />

—Oh, Sire...<br />

De improviso su radiante expresión se ensombreció y bajó la cabeza, apesadumbrada.<br />

El cambio fue tan rápido y se corrigió tan pronto que el rey no tuvo tiempo de notarlo.<br />

—Veamos —dijo él—, proporcionadme un placer.<br />

—¿Cuál?<br />

—El de poneros este collar.<br />

La reina le detuvo.<br />

—Es muy caro, ¿verdad? —dijo ella tristemente.<br />

—Pues sí —dijo el rey riendo—, pero ya os he dicho que acabáis de pagar más de lo<br />

que vale, y únicamente puesto en vuestro cuello valdrá su verdadero precio.<br />

Y diciendo estas palabras, Luis se acercó a la reina, cogiendo los extremos del<br />

magnífico collar, para fijarlos por el cierre, hecho con un magnífico diamante.<br />

—No —dijo la reina—, no, nada de infantilismos. Volved a poner este collar en vuestro<br />

cofrecillo, Sire.

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