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Vértigo<br />
festividad de los Reyes, tuvo lugar otro caso de incendio en una discoteca<br />
del barrio de la estación de trenes muniquesa, que también<br />
quedaría sin resolver. Por fin, dos semanas más tarde, Furlan y Abel<br />
fueron capturados en su siguiente intento incendiario cuando, disfrazados<br />
de payaso, llevaban sendas bolsas de deporte agujereadas,<br />
cada una con un bidón de gasolina abierto, por toda la discoteca<br />
Melamare, en Castiglione delle Stiviere, no lejos de la orilla sur del<br />
lago de Garda, donde aquella noche celebraban el carnaval cuatrocientos<br />
jóvenes. No hubiera faltado mucho para que la multitud les<br />
linchara allí mismo. Eso era todo en cuanto a las estaciones de la<br />
historia. El sumario, sin contar con la aportación de una carga<br />
aprobatoria irrefutable, no ha acreditado nada que posibilite una<br />
comprensión de estos hechos que ya se habrán prolongado duran-te<br />
más de siete años. Tampoco se encontró en los informes psiquiátricos<br />
apenas una explicación sobre el mundo interior de los dos<br />
chicos. Ambos provenían de buena familia. El padre de Furlan es un<br />
conocido especialista en quemaduras y médico jefe de cirugía<br />
plástica en el hospital de la ciudad. El padre de Abel un abogado<br />
retirado de origen alemán que durante años ha dirigido la sucursal de<br />
una compañía de seguros de Düsseldorf. Ambos hijos estudiaron en<br />
el liceo Girolamo Fracastro. Ambos muy inteligentes. Después de la<br />
selectividad, Abel estudió matemáticas, Furlan química. Además de<br />
esto no se puede decir gran cosa. Creo que eran como hermanos y<br />
que no sabían qué hacer para salir de su inocencia. Una vez vi a Abel,<br />
que era un excelente guitarrista, en un programa de televisión. Creo<br />
que fue a mediados de los años setenta. Por aquel entonces quizá<br />
tuviera quince o dieciséis años. Y recuerdo haberme quedado<br />
impresionado por él como persona y por su maravillosa forma de<br />
tocar.<br />
Salvatore había llegado al final de su informe y la noche se había<br />
abierto. En tropel, de la misma forma en la que se los había he-cho<br />
salir de los autobuses, los visitantes del festival se apiñaban delante<br />
del teatro. Tampoco la ópera, dijo Salvatore, es lo que era. El<br />
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