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Vértigo<br />
ches se la había encontrado su mujer a la mañana siguiente. Por el<br />
contrario, con Benedikt, dijo sin querer entrar en más detalles, se<br />
había cebado la mala suerte antes de acabar con él, y ahora, remató,<br />
había llegado su turno. Después del punto final que con aquella<br />
observación había puesto Lukas a la historia de la familia de los<br />
Ambroser, me pareció que no sin un atisbo de estar en cierto modo<br />
satisfecho, quiso saber qué es lo que me había vuelto a llevar a W.<br />
después de tantos años y precisamente en noviembre. Mis explicaciones,<br />
complicadas y en parte contradictorias, le parecieron, para mi<br />
asombro, convincentes, sin necesidad de añadir nada más. En<br />
especial se adhirió a cuanto dije respecto a que, en mi cabeza, había<br />
muchas cosas que con el tiempo habían logrado concordar a la perfección<br />
sin que por ello estuviesen más claras, muy al contrario, se<br />
habían tornado más enigmáticas. Cuantas más imágenes del pasado<br />
reunía, le dije, más improbable me parecía que el pasado se hubiera<br />
desarrollado de esta forma, pues no había nada en él que se pudiera<br />
denominar normal, sino que la mayor parte era ridículo, y sí no era<br />
ridículo era algo espantoso. Lukas dijo que ahora, que se pasaba el<br />
día entero tumbado en el sofá o corno mucho ocupado con pequeños<br />
trabajos de la casa que no tenían utilidad alguna, le resultaba<br />
incomprensible haber sido una vez un buen portero de fútbol, y que<br />
en su época, él, cada vez más atormentado por graves depresiones,<br />
había hecho de payaso en el pueblo e incluso, corno quizá yo<br />
recuerde, en carnaval había desempeñado durante varios años el<br />
cargo honorífico de payaso, porque en ninguna parte se había podido<br />
encontrar un sucesor que le llegase a la suela de los zapatos.<br />
Recordando aquella época gloriosa, a la mano gotosa de Lukas llegó<br />
actividad mientras me enseñaba el movimiento de cómo había<br />
manejado las tijeras de carnaval, para lo que se necesitaba, decía,<br />
una fuerza y un equilibrio únicos, o cómo había acercado la palmeta<br />
a las mujeres desde atrás, levantándoles la falda cuando menos se lo<br />
esperaban. Y es que mientras se pensaban que estaban seguras, con<br />
las puertas cerradas en el piso más alto y asomadas a<br />
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