Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Vértigo<br />
que a menudo se prolongaba durante horas, tenía una limitación<br />
sumamente evidente, sin que jamás haya tenido claro qué es en realidad<br />
lo que era incomprensible de mi comportamiento de entonces,<br />
si el caminar constante o la imposibilidad de sobrepasar las<br />
invisibles y, como debo seguir suponiendo aún hoy en día, absolutamente<br />
arbitrarias líneas divisorias. Sólo sé que incluso me resultaba<br />
imposible subirme a algún medio de transporte público e ir así, sin<br />
más, por ejemplo, a Pótzleinsdorf en el 41 o en el 58 a Schönbrunn,<br />
para, como tantas veces había hecho antes, pasear durante todo el día<br />
por el parque de Pótzleinsdorf, por el bosque de Dorothee o por el<br />
jardín de los faisanes. En cambio, entrar en cafés y en restaurantes<br />
no me deparaba ninguna dificultad. Cada una de las veces que había<br />
recobrado fuerzas y había descansado un poco en uno de ellos, me<br />
sumía en una sensación provisional de normalidad tan acentuada, que<br />
a ratos, en este estado de sentirme restablecido y rodeado de un<br />
atisbo de esperanza, creí poder poner fin a mi mutismo, permanente<br />
desde hacía días, con una llamada de teléfono. Pero dio la casualidad<br />
de que de las tres o cuatro personas, a lo sumo, con las que, en<br />
determinadas circunstancias, hubiera querido hablar, ninguna se<br />
encontraba en casa y tampoco les podía hacer venir por más que<br />
dejara sonar el timbre. Es un vacío singular el que surge cuando en<br />
una ciudad extraña se prueba a llamar, en vano, a varios números de<br />
teléfono. La eventualidad de que nadie quiera coger el teléfono<br />
implica una decepción de significado trascendente, como si por lo<br />
que de verdad se estuviera apostando en este juego de números fuese<br />
la muerte o la vida. Qué otro remedio me quedaba, pues, una vez que<br />
había vuelto a guardar las monedas que salían tintineando del<br />
aparato, más que seguir deambulando por la calle, sin rumbo, hasta<br />
bien entrada la noche. Con frecuencia, probablemente a causa de mi<br />
excesivo cansancio, me parecía ver pasar a cualquier conocido<br />
delante de mí. Cuando tenía estas alucinaciones, porque no eran más<br />
que esto, se trataba exclusivamente de personas en las que no había<br />
vuelto a pensar durante<br />
32