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All'estero<br />
cuando en medio del Corso me dí la vuelta para ver si venía, no me<br />
atropellaron por los pelos. Una vez llegado al otro lado del Corso,<br />
consideré la posibilidad de ir directamente por la Via Roma hasta la<br />
Piazza Bra, donde había quedado con Salvatore Altamura, o si debía<br />
tener un cuenta la posibilidad de dar el pequeño rodeo que supondría<br />
ír por la Via San Silvestro y la Via dei Mutilati. El perro, que durante<br />
todo este tiempo me había estado siguiendo con la mi-rada desde el<br />
otro lado del Corso, había desaparecido de una forma repentina, y<br />
sin realmente haber tornado una decisión cual-quiera me adentré en<br />
la Via Roma. Me tomé mi tiempo, entré en este o aquel comercio,<br />
me dejé llevar por la corriente de los demás viandantes, y por fin me<br />
encontré enfrente de la Pizzeria Verona, de donde me había dado a<br />
la fuga aquella noche de noviembre de hacía siete años. Las letras<br />
que había sobre el restaurante de Carlo Cadavero seguían siendo las<br />
mismas, sin embargo la puerta de la entrada estaba cerrada con un<br />
tablero clavado de virutas, y cerradas todas las tiendas de los pisos<br />
superiores del edificio, después de todo, me dije al momento, tal y<br />
como había esperado. La imagen que entonces, cuando salí<br />
precipitadamente de Verona, se había asentado en mi memoria sin<br />
que la hubiera podido olvidar, muy al contrario, que recordaba<br />
siempre con una claridad meridiana, volvía a emerger ante mí ahora<br />
surcada por extrañas estrías: dos hombres con chaquetas negras de<br />
botones plateados sacando del edificio trasero una camilla en la que,<br />
ostensiblemente, yacía un hombre bajo una tela de flores. No<br />
hubiera podido decir si, a partir de esta visión lóbrega, la realidad se<br />
había desvanecido sólo por unos instantes o por un tiempo más<br />
prolongado, cuando de pronto volví a ver la luz y a los transeúntes<br />
pasando por delante de la pizzería, cerrada ya desde hacía años, sin<br />
ningún signo de perturbación aparente. El fotógrafo de la tienda de<br />
al lado, a quien pregunté por los motivos de cierre del negocio, no<br />
estaba dispuesto a darme información ni pude convencerle para que<br />
me hiciera una fotografía de la fachada del edificio. A mis<br />
preguntas y a mis<br />
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