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Vértigo<br />
estaban colocados una sopera de loza vidriada en unos tonos extraños<br />
y dos floreros de cristal sobre pequeños mantelitos bordados; en<br />
la mesa de comedor extensible con las seis sillas; en un sofá con un<br />
surtido de cojines hechos a mano; en dos pequeños paisajes al-pinos<br />
en marcos lacados en negro que colgaban de la pared a una altura<br />
diferente; en una pequeña mesa de fumador con cajas de pu-ros y<br />
pitilleras y un candelabro de cerámica de varios colores, un cenicero<br />
de cuerno de ciervo y latón y un fumívoro eléctrico con la fi-gura de<br />
un búho. De la decoración del salón también formaban parte, además<br />
de las cortinas y de los estores, la lámpara del techo y la lámpara de<br />
pie, una jardinera de caña de bambú, en cuyos diferentes niveles, un<br />
tilo de interior, un abeto blanco, un cactus de Navidad y una espina<br />
de Cristo llevaban su existencia de vegetal manteniendo un orden<br />
estricto. Cabe señalar que, sobre el armario de salón, el reloj de salón<br />
contaba las horas a su modo despiadado y que en la vitrina, al lado<br />
del servicio de té chino, había un espacio dedicado a una serie de<br />
escritos dramáticos encuadernados en lino, los de Shakespeare,<br />
Schiller, Hebbel y Sudermann. Eran unas ediciones económicas de la<br />
Asociación de Teatro Popular que un buen día mi padre, a quien<br />
jamás se le hubiese pasado por la cabeza ir al teatro y aún mucho<br />
menos leer una obra, había comprado a un vendedor ambulante en un<br />
arrebato de conciencia cultural. La habitación de los huéspedes, a<br />
través de cuyas ventanas ahora estaba yo mirando a la callejuela, se<br />
encontraba a una distancia considerable de todo ello; a mí mismo, no<br />
obstante, en aquel momento no me se-paraba más que un suspiro, y<br />
no me hubiera sorprendido lo más mínimo que el reloj de salón se<br />
hubiera colado en mis sueños dan-do las horas.<br />
Al igual que en la mayoría de las casas en W., un pasillo dividía<br />
en dos partes el entresuelo y el primer piso del Engelwirt en sentido<br />
longitudinal. En el entresuelo, a un lado, se encontraba el salón, al<br />
otro la taberna, la cocina, la cámara frigorífica y el urinario. En el piso<br />
de arriba, Sallaba, el arrendatario cojo que después de la gue-<br />
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