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Leer - IES Celestí Bellera

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Vértigo<br />

Hengge, el pintor, se me ha ocurrido que estos cuadros, a excepción<br />

de los de la iglesia parroquial, han sido más o menos los únicos que<br />

habré visto hasta mi séptimo u octavo año de vida, y ahora me parece<br />

como si estas imágenes de leñadores y crucifixiones y la gran pintura<br />

de la batalla de Lechfeld, donde Ulrich, el príncipe obispo, pasa con<br />

su caballo blanco por encima de un huno que yace en el suelo y en el<br />

que también los ojos de todos los caballos tienen cierta expresión de<br />

locura, me hubiesen causado un efecto demoledor. Por ello, cuando<br />

mis notas llegaron a un punto concreto, abandoné mí puesto en la<br />

taberna del Engelwirt para volver a examinar estos cuadros, si es que<br />

seguían estando en el mismo sitio. No podría decir si, a causa del<br />

reencuentro, estos cuadros me resultaban más o menos demoledores.<br />

Más bien me causaban el efecto contrario. Sea como fuere, ir de un<br />

cuadro a otro me animó a seguir caminando; salí a los campos y subí<br />

a los caseríos que se yerguen en los cerros de los alrededores, subí a<br />

Bichl y a Adelharz, llegué a Enthalb der Ach, a Bárenwinkel y a<br />

Jungholz, a Reutte de arriba y Reutte de abajo, a Haslach y saliendo a<br />

Oy, a Schrey y a Elleg, caminos, todos ellos, que había recorrido con<br />

mi abuelo en mi infancia y que tanto habían supuesto en mis<br />

recuerdos, pero que ahora, en la realidad, como hube de constatar en<br />

aquel momento, carecían de todo significado. De cada una de estas<br />

excursiones regresaba abatido al Engelwirt y a los dispares apuntes<br />

en los que últimamente había encontrado un cierto apoyo, incluso<br />

cuando en aquellos instantes siempre tenía ante mí, en señal de<br />

advertencia, el ejemplo de Hengge, el pintor, y la cuestionabilidad de<br />

la pintura artística.<br />

Mis indagaciones dieron como resultado que Lukas era el único<br />

de los Seelos que seguía viviendo en W. La casa de los Seelos había<br />

quedado abandonada y Lukas vivía en la casa contigua, más pequeña,<br />

que antiguamente habían administrado Babett, Bina y Mathild. Llevaría<br />

ya unos diez días en W. cuando por fin me decidí a visitar a Lukas.<br />

Inmediatamente me dijo que me había visto salir varias veces del<br />

Engelwirt, pero que no había sabido dónde encasillar-<br />

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