Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Vértigo<br />
tes en mi aspecto se contraponía el hecho de continuar viviendo en<br />
un hotel como un contrasentido a simple vista cada vez más obvio.<br />
Había comenzado a llevar conmigo, en una bolsa de plástico que me<br />
había traído de Inglaterra, todo tipo de objetos innecesarios, objetos<br />
de los que yo, aun sin poder reconocerlo, me iba haciendo más<br />
inseparable según iban pasando los días. Al regresar de mis excursiones<br />
a una hora avanzada, cuando, apretando mi bolsa con los<br />
brazos cruzados al pecho, esperaba el ascensor en el vestíbulo del<br />
hotel, notaba la prolongada mirada inquisitiva del portero de noche<br />
que se encontraba a mis espaldas. Ya no me atrevía a encender la televisión<br />
de mi cuarto, y no sé si hubiera salido de esta decadencia si<br />
una noche, mientras sentado al borde de la cama me quitaba la ropa<br />
con lentitud, no me hubiera quedado tan horrorizado ante el aspecto<br />
que ofrecían mis zapatos, por dentro ya disueltos en jirones. Se me<br />
cortó la respiración y los ojos se me empañaron de la misma forma<br />
que ya me había sucedido aquel mismo día, cuando, después de haber<br />
recorrido un largo camino por la Leopoldstadt, que por último me<br />
había traído de vuelta al primer distrito pasando por la<br />
Ferdinandstrale y el Schwedenbrücke, llegué a la Ruprechtplatz. En<br />
el primer piso del edificio, en el que se encuentra la sinagoga y un<br />
restaurante de comidas preparadas según el rito judío, las ventanas<br />
del centro de la comunidad judía estaban abiertas de par en par —<br />
puesto que hacía un día de otoño de una belleza insólita, incluso casi<br />
se le podría calificar de veraniego— y dentro, curiosamente, niños<br />
invisibles cantaban en inglés Jingle Bells y Silent Night, Holy Night.<br />
Los niños cantando y ahora los zapatos, deshechos y, según me dio la<br />
impresión, sin dueño. Nieve y zapatos a montones; con estas palabras<br />
en la cabeza me metí en la cama. A la mañana siguiente, cuando me<br />
desperté después de haber dormido profunda-mente, sin sueños, lo<br />
que ni siquiera habían podido perturbar los ruidos del oleaje de las<br />
mareas del tráfico que desde el Ring pene-traban en mi habitación,<br />
me sentía como si hubiera surcado un ancho mar durante las horas de<br />
mi ausencia nocturna. Antes de abrir<br />
34