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Leer - IES Celestí Bellera

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Vértigo<br />

Cuando salí del cañón del Enge Plátt, también afuera se había<br />

hecho casi de noche. De los prados ascendían la nieblas blanquecinas<br />

y por debajo, a las orillas del cauce del río que en adelante se alejaba<br />

un buen trecho, se erigía el aserradero negro que en los años<br />

cincuenta, justo después de mi escolarización, había ardido con todo<br />

su almacenaje de maderas en un gran fuego que iluminó todo el<br />

valle. Ahora también la oscuridad había caído sobre la carretera. Se<br />

me pasó por la cabeza la idea de que antes, cuando sólo estaba<br />

pavimentada con fino macadán blanco, era más fácil caminar por<br />

ella. Como una cinta blanca, así se extendía incluso en la oscuridad<br />

de una noche sin estrellas, pensé, y de pronto me di cuenta de que<br />

apenas podía levantar más los pies de cansancio. Además me<br />

afectaba de un modo extraño que en todo el camino, desde que había<br />

salido de Unterjoch, no me había rebasado ni un solo vehículo y<br />

ninguno me había salido al encuentro. Sobre el puente de piedra,<br />

poco antes de las primeras casas de W., me que-dé detenido un buen<br />

rato, escuchando el murmullo uniforme del río Ach y mirando hacia<br />

el interior de una oscuridad que ahora envolvía todo. Sobre un<br />

escorial que se extendía junto al puente en el que crecían sauces,<br />

arbustos de belladonas, candelarias, verbenas y artemisas, siempre<br />

hubo aquí, en los meses de verano de posguerra, un campamento de<br />

gitanos. Cuando íbamos a la piscina que la comunidad había<br />

construido en el año 36 con el propósito de fomentar la salud<br />

pública, teníamos que pasar por delante de su campamento, y cada<br />

vez que llegábamos a este mismo sitio mi madre me cogía en brazos.<br />

Por encima de sus hombros los veía levantar brevemente la mirada de<br />

las diferentes tareas que siempre estaban desempeñando, para y<br />

después volver a hundirla rápidamente, como si les diera asco. Dudo<br />

que ningún vecino les haya dirigido alguna vez la palabra y, por lo<br />

que sé, tampoco los gitanos venían al pueblo a vender baratijas o<br />

predecir la buena ventura. De dónde eran, de qué forma habían<br />

conseguido resistir la guerra y por qué habían es-cogido<br />

precisamente este lugar desierto junto al puente del Ach<br />

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