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Vértigo<br />
que me pareció una especie de alemán escénico aprendido alguna<br />
vez de memoria, hacía mucho tiempo: Suena hermoso en la brisa y a<br />
uno le ensalza el ánimo. Haría cerca de dos años que ya había estado<br />
delante de la misma escuela. En aquel entonces había ido con Olga a<br />
Klosterneuburg para visitar a su abuela que había ingresado en la<br />
residencia de ancianos, en la MartinstraSe. En el camino de vuelta<br />
nos internamos en la AlbrechtstraSe, y Olga cedió a la tentación de<br />
entrar en el colegio al que había ido siendo niña. En una de las aulas,<br />
la misma a la que había acudido a principios de los años cincuenta,<br />
daba clase, casi treinta años más tarde y con la misma voz de<br />
entonces, la misma maestra, que amonestaba a los niños de una<br />
forma exacta a la de entonces para que se concentraran en su tarea y<br />
no se pusieran a cuchichear. Olga me contó más tarde que sola, en el<br />
gran vestíbulo, rodeada de las puertas cerradas que en su época le<br />
habían parecido elevados portones, había sido presa de un llanto<br />
convulsivo. Cuando regresó a la AlbrechtstraSe, donde yo la estaba<br />
esperando, se encontraba en un estado de conmoción que nunca<br />
había notado en ella. Volvimos a Ottakring, al piso de la abuela, y<br />
durante todo el camino de ida y a lo largo de toda la tarde<br />
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