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Leer - IES Celestí Bellera

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Vértigo<br />

que había abrigado hacía tiempo de que, cuando, desde Venecia,<br />

cruzó el Srenner con sus hijos Doménico y Lorenzo en otoño de<br />

1750, decidió en Zirl no salir del Tirol por Seefeld, como le habían<br />

aconsejado, sino, hacia el oeste, más allá de Telfs, coger el camino<br />

que discurre por detrás de los carros de sal y por los puertos del<br />

Fernpass, Gaichtpass, atravesando los valles de Tannheim, Oberjoch<br />

e Iller para adentrarse en la parte baja. Y yo me imaginaba a<br />

Tiépolo, que en esa época debía de andarse por los sesenta y ya padecía<br />

gravemente de gota, tumbado, en el frío de los meses de invierno,<br />

en lo más alto del andamiaje, a medio metro debajo del techo<br />

de la escalera del palacio de Wurzburgo, con la cara salpicada<br />

de cal y de pintura, y pese a los dolores en el brazo derecho, aplicar<br />

esmalte con mano segura en la octava maravilla del mundo, y el<br />

enorme cuadro surgía poco a poco del revoque húmedo. Con este<br />

tipo de fantasías en la cabeza y recordando también al pintor de<br />

Krummenbach, quien quizá en la época de invierno del mismo año<br />

no se esforzaba menos en sus catorce pequeñas estaciones del víacrucis<br />

que Tiépolo en su gran mural, caminaba, serían eso de las tres,<br />

a través de las praderas al pie del Sorgschrofen y del Sorgalpe, hasta<br />

alcanzar la carretera poco antes del molino de Pfeiffer. Desde aquí<br />

todavía quedaba una hora para W. La última luz del día estaba a<br />

punto de desaparecer cuando llegué a Enge Plátt. A mano izquierda el<br />

río, a la derecha las pendientes escarpadas que habían volado alrededor<br />

del cambio de siglo para construir la carretera. Encima, delante,<br />

y, al cabo de poco tiempo, también detrás de mí no había sino<br />

abetales negros, inmóviles. El último trecho del camino se prolongaba<br />

en la realidad con la misma infinitud que recordaba. En Enge Plátt se<br />

había producido una de las batallas llamadas definitivas en abril de<br />

1945, en la que Alois Thimet, de Rosenheim, 24 años; Erich Daimler,<br />

41 años, de Stuttgart; Rudolf Leitenstorfer, de 17 años, origen<br />

desconocido y Werner Hempel, de Bórneke (año de nacimiento<br />

desconocido), cayeron por la patria, como reza la cruz de hierro de<br />

la tumba que sigue existiendo en W. hasta el día de hoy.<br />

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