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Viaje del Dr. K. a un sanatorio de Riva<br />
te una paloma del tamaño de un gallo que había volado hasta la ventana<br />
de su dormitorio acercándose después a su oído. Mañana, dijo, llega<br />
Gracchus, el cazador muerto, recíbele en nombre de la ciudad.<br />
Salvatore, tras una breve reflexión, se levantó y dispuso todos los<br />
preparativos necesarios. Cuando entonces, al alba, con el bastón y el<br />
sombrero de copa con la cinta de luto en la mano derecha, cubierta con<br />
un guante negro, entra en el ayuntamiento, constata para su satisfacción<br />
que se han seguido correctamente sus instrucciones. Los cincuenta<br />
muchachos aguardan en el largo pasillo formando una calle en dos filas,<br />
y en una de las habitaciones traseras de la planta superior yace, como le<br />
indica el barquero que le recibe en la entrada, ya amortajado, el cazador<br />
Gracchus, un hombre—ahora con cabello y barba crecidos en un<br />
desorden desenfrenado y con una piel bronceada, por no decir curtida.<br />
No es mucho lo que llegamos a saber nosotros, los lectores, únicos<br />
testigos de la entrevista entre el cazador y el jefe de la comunidad<br />
de Riva, sobre el destino de Gracchus, excepto que hace<br />
muchos, muchísimos años, en la Selva Negra, donde le habían designado<br />
para combatir a los lobos que entonces seguían rondando<br />
por allí, persiguiendo una gamuza —¿no es ésta una de las falsas<br />
noticias más singulares de todas las narraciones que se han contado<br />
jamás?—, persiguiendo a una gamuza, pues, murió despeñado, y<br />
que, a causa de un giro en falso del timón, de un momento de descuido<br />
del barquero, de una distracción por la hermosa y verde oscura<br />
tierra natal del cazador, la barca, que hubiera tenido que llevarle<br />
a la otra orilla, malogró el viaje, por lo que él, Gracchus, desde<br />
entonces sin reposo, como él mismo cuenta, cruza las aguas terrenales<br />
intentando ora a este, ora a aquel otro lado, llegar a tierra firme.<br />
Queda sin aclarar la cuestión de quién tiene la culpa de esta sin<br />
duda alguna gran desgracia, e incluso la pregunta de en qué consiste,<br />
de haberla, esta culpa, la causa evidente de la desgracia. Pero como<br />
es el Dr. K. quien se ha inventado la historia, me temo que el sentido<br />
de los incesantes viajes de Gracchus, el cazador, reside en la<br />
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