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Viaje del Dr. K. a un sanatorio de Riva<br />
El Dr. K. escribió que en aboluto percibía como algo ridículo tales<br />
espasmos agónicos frecuentes en la ópera o ese vagar sin rumbo de<br />
la voz en la melodía, sino que le parecían expresión, por decirlo de<br />
alguna manera, de nuestra desgracia natural, pues a lo largo de toda<br />
nuestra vida, observa en otro punto, yacemos sobre el escenario y<br />
morimos.<br />
El 21 de septiembre el Dr. K. se detiene en Desenzano, situado<br />
en la orilla sur del lago de Garda. La mayoría de los habitantes del<br />
lugar se ha reunido en la plaza mayor para recibir al vicesecretario<br />
del Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo de Praga.<br />
Pero el Dr. K. se encuentra más al sur, tumbado en la hierba a<br />
orillas del lago, ante sí las ondulaciones del cañaveral, a mano derecha<br />
la lengua de tierra de Sirmione, a la izquierda la orilla que llega<br />
hasta Manerba. Simplemente estar tumbado en la hierba. En los<br />
buenos tiempos del Dr. K. esto pasaba por ser una de sus aficiones<br />
favoritas. En esos momentos disfruta de las alegrías (en cualquier<br />
caso, escribe, sólo las alegrías), de pertenecer a una clase social inferior,<br />
como cuando en Praga, a modo de ejemplo, un caballero<br />
bastante distinguido, con quien de vez en cuando tiene trato oficial,<br />
pasa de largo delante de él con un tiro de dos caballos. Pero en<br />
Desenzano tampoco quiere comparecer esta modesta dicha siquie-<br />
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