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Leer - IES Celestí Bellera

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Il ritorno in patria<br />

carrera, a lo largo de un año se les atara la mano derecha a la espalda.<br />

El tiempo se me pasó con este tipo de observaciones hasta que<br />

un grupo de aquellos que se desplazan a otra ciudad para acudir a<br />

sus puestos de trabajo empezó a atravesar el vestíbulo en número<br />

creciente y los vagabundos se disiparon. A las seis en punto abrían<br />

lo que se conoce como bares tiroleses. Me senté en el interior de la<br />

cafetería de la estación, que en desconsuelo superaba con mucho a<br />

todos los otros locales de estaciones de trenes que conozco, me pedí<br />

mi café de por la mañana y estuve hojeando el Noticias del Tirol.<br />

Ambos, tanto el café tirolés como el Noticias del Tirol, tuvieron<br />

consecuencias en mi estado de ánimo más bien desfavorables. Por<br />

eso no me sorprendió en absoluto que las cosas tomaran un giro a<br />

peor cuando la camarera, a la que había dejado caer una observación,<br />

a mi modo de ver en absoluto desagradable, sobre el café de<br />

achicoria tirolés, empezó a insultarme de la forma más malvada que<br />

uno se pueda imaginar.<br />

Aterido y trasnochado, como estaba, la desvergüenza de esta<br />

camarera de Innsbruck me afectó como una neurotoxina. Las letras<br />

temblaban y se volvían borrosas ante mis ojos, y varias veces tuve la<br />

sensación de que todo iba a paralizarse en el interior de mi cuerpo.<br />

No comencé a sentirme algo mejor hasta que el autobús no rodaba<br />

ya fuera de la ciudad. La lluvia seguía cayendo de un modo torrencial,<br />

de tal forma que incluso las casas que no quedaban lejos de la<br />

carretera sólo podían reconocerse vagamente y las montañas ni siquiera<br />

intuirse. De vez en cuando el autobús se detenía, permitiendo<br />

montarse a una de las mujeres ya mayores que a ciertos intervalos<br />

aguardaban junto a la carretera bajo sus paraguas negros. Así se<br />

reunió pronto un buen número de este tipo de mujeres tirolesas. En un<br />

dialecto que me era conocido desde la niñez y que se articula en la<br />

parte posterior de la garganta, como si fuera una lengua de pájaros,<br />

conversaban sobre todo o casi exclusivamente sobre la lluvia que<br />

parecía no querer cesar y que en muchos lugares había movido faldas<br />

enteras de montañas. Del heno que se pudría en los campos, y<br />

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