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All'estero<br />
cuando me dirigía a la salida, devolví el saludo a la postura que desde<br />
su oscuro cubículo me hizo un gesto con la cabeza. Bajando por el<br />
Ponte Nuovo, la Via Nizza y la Via Stelle llegué a la Piazza Bra. Al<br />
pisar el teatro me pareció de pronto como si estuviera implicado en<br />
una historia turbia. El teatro estaba desierto a excepción de un grupo<br />
de excursionistas tardíos, a los que un cicerone seguramente cercano<br />
a los ochenta años, si no de más edad, describía el carácter único de<br />
la construcción con una voz ya débil y quebradiza. Desde las gradas<br />
superiores a las que me había encaramado, observaba, abajo, el<br />
grupo que ahora parecía ser extraordinariamente pequeño. El<br />
anciano, que mediría poco más de cuatro pies, vestía una americana<br />
que le quedaba demasiado grande y que, al ser jorobado y caminar<br />
con una inclinación muy marcada hacia adelante, rozaba el suelo con<br />
el borde. Con una extraña claridad, tal vez con una claridad mayor<br />
que aquellos que le rodeaban, escuchaba cómo decía que en el teatro<br />
se podía advertir, grazie a un'acustica perfetta, l'assolo piú<br />
impalpabile di un violino, la mezza vote piú eterea di un soprano, il<br />
gemito piú intimo di una Mimi morente sulla scena. Los excursionistas<br />
se mostraban poco impresionados por el entusiasmo<br />
arquitectónico y operístico del guía contrahecho, que, mientras se<br />
dirigía a la salida, seguía añadiendo esta o aquella observación a sus<br />
explicaciones, para lo que se detenía de continuo, se daba la vuelta, y<br />
elevaba el dedo índice de la mano derecha hacia el grupo que, asimismo,<br />
se había quedado parado, como un maestro de escuela diminuto<br />
al frente de una recua de niños que le sacaban una cabeza. La<br />
luz, muy horizontal, caía al interior por encima del borde del teatro,<br />
y después de que el viejo y su auditorio lo hubieran abandonado, aún<br />
me quedé un buen rato sentado, completamente solo, rodeado del<br />
relumbrar rojizo del mármol, o al menos así me lo figuré, pues hasta<br />
que no hubo transcurrido bastante tiempo no percibí las dos figuras<br />
sentadas en las profundas sombras de la otra mitad del teatro, en las<br />
piedras. No cabía duda, eran de nuevo los mismos jóvenes que por la<br />
mañana, temprano, habían fijado su vista en mí en<br />
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