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All ' estero<br />
sus ojos se deslizaran constantemente sobre las hojas escritas. Una<br />
vez me preguntó si era periodista o escritor. Cuando le dije que ni lo<br />
uno ni lo otro era completamente cierto, quiso saber qué es lo que<br />
estaba apuntando en esos momentos, a lo que le repliqué, conforme<br />
a la realidad, que tampoco yo lo tenía muy claro, pero que cada vez<br />
más tenía la sensación de que se trataba de una novela policiaca. La<br />
historia transcurriría en la Alta Italia, en Venecia, Verona y Riva, y<br />
en ella se trataba de una serie crímenes sin resolver y de la<br />
reaparición de una persona a la que se había dado por desaparecida<br />
hacía mucho tiempo. Luciana me preguntó si Limone también<br />
aparecería en la historia, y le dije que no sólo Limone, sino también el<br />
hotel e incluso ella misma. Acto seguido regresó detrás de la barra a<br />
toda velocidad, donde siguió despachando su trabajo con la precisión<br />
abstraída que le era propia. Tan pronto hacía un capuccino o<br />
un chocolate como servía una cerveza, un vaso de vino o una granadina<br />
a uno de los pocos huéspedes que se sentaban en la terraza<br />
durante el día. Entre medias hacía anotaciones en un gran libro de<br />
cuentas, manteniendo la cabeza inclinada a un lado de forma que<br />
uno podía imaginarla sentada en un pupitre del colegio. No podía<br />
evitar mirar hacia ella con una frecuencia que iba en aumento, y<br />
cada vez que nuestras miradas se encontraban, ella reía como por un<br />
despiste tonto. Detrás de la barra, entre las filas resplandecientes, de<br />
muchos colores, de bebidas alcohólicas, había un gran espejo de<br />
pared empotrado, y así es como podía observar tanto a Luciana<br />
como a su imagen, lo que me colmaba de una satisfacción especial.<br />
Al mediodía los huéspedes desaparecieron de la terraza y también<br />
Luciana abandonó su puesto. Ahora escribir se me hacía cada<br />
vez más difícil y pronto me pareció que todo cuanto había apuntado<br />
no era sino un garabateo completamente absurdo, vacío y falaz. Por<br />
eso me sentí aliviado cuando Mauro apareció y me trajo los periódicos<br />
que le había pedido comprar. Se trataba, sobre todo, de<br />
periódicos ingleses y franceses, pero entre los que le había encarga-<br />
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