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Vértigo<br />
to manejar las oraciones de plomo se había vuelto cada vez más pequeño<br />
y más gris. Yo me acordaba muy bien de Specht, a quien<br />
primero le había tenido que comprar los lapiceros y después las<br />
plumas y los cuadernos de escuela de papel lleno de restos de madera<br />
en los que las plumas siempre se quedaban clavadas al escribir. A<br />
lo largo de todos esos años gastaba un abrigo de cotón gris que le<br />
llegaba casi hasta el suelo, llevaba unas gafas redondas de metal y,<br />
cuando alguien entraba en la tienda bajo el campanilleo de la esquila,<br />
salía siempre del taller de impresión con un trapo aceitoso en la mano.<br />
Por la noche, en cambio, se le veía, envuelto en el resplandor de la<br />
lámpara, sentado a la mesa de la cocina y escribiendo los artículos e<br />
informes que habían de ser acogidos en el «Landbote». Lukas creía<br />
saber que Specht, en la redacción, rechazaba mucho de aquello de lo<br />
que semana tras semana escribía para el «Landbote» porque no era<br />
suficiente para las exigencias del periódico. Como se nos había hecho<br />
tarde y se nos había acabado el Kalterer, Lukas me llevó por toda la<br />
casa, me enseñó dónde había estado el Café Alpenrose que habían<br />
regentado Babett y Bina, dónde había tenido su consulta el doctor<br />
Rambousek y dónde habían estado los dormitorios y el cuarto de<br />
estar de las tres hermanas. Al despedirnos le dije a Lukas, que con su<br />
garra de dedos gotosos, semejante a la de un pájaro, sostuvo mi<br />
mano empuñada durante largo tiempo, que con mucho gusto, si no le<br />
importaba, le iría a visitar para hablar más de aquello que tan atrás<br />
quedaba en el pasado. Sí, dijo Lukas, eso de los recuerdos es algo<br />
realmente extraño. Que él, cuando está tumbado en el sofá pensando<br />
en el pasado, a veces tenía la sensación de ir a tener que operarse de<br />
cataratas.<br />
Aquella misma noche, en el Engelwirt, pude reconstruir en cierta<br />
medida el Café Alpenrose con la ayuda de una segunda botella de<br />
Kalterer. Sí Babett y Bina tuvieron la idea de abrir el café, o si Baptist<br />
creía saber colocadas con ello a las hermanas solteras, son incógnitas<br />
que pertenecen a la prehistoria de la que ya nadie puede acordarse.<br />
En cualquier caso, el Café Alpenrose había estado allí y<br />
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