13.05.2013 Views

Leer - IES Celestí Bellera

Leer - IES Celestí Bellera

Leer - IES Celestí Bellera

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

All'estero<br />

sí, y este hecho imprevisto de ser tocado siempre ha tenido algo de<br />

ingravidez, algo de espectral que recorre mi cuerpo de la cabeza<br />

hasta los pies. Recuerdo, a modo de ejemplo, que en cierta ocasión,<br />

hace años, estuve en la sala de consulta oscurecida de una óptica de<br />

Manchester, dirigiendo mi mirada a través de las lentes de esas extrañas<br />

gafas de prueba al tablero de letras unas veces más nítido,<br />

otras absolutamente borroso, que había en una caja luminosa frente a<br />

mí. A mi lado se encontraba una oftalmóloga china que, como<br />

indicaba una pequeña placa prendida en su bata de trabajo, atendía al<br />

extraño nombre de Susi Ahoi. Era extremadamente parca en palabras,<br />

pero percibía el frío esmero que exhalaba cada vez que se inclinaba<br />

hacia mí para cambiarme las lentes. Varias veces enderezó el<br />

pesado armazón de las gafas y una de ellas con las yemas de sus dedos<br />

llegó incluso a tocar mis sienes, que palpitaban con vehemencia<br />

como tan a menudo sucede por el dolor, mucho más tiempo del que<br />

hubiera sido necesario, aunque esto, probablemente, no haya sido<br />

más que para centrarme algo mejor la cabeza. La mano de Luciana,<br />

que con toda certeza vino a descansar en mi hombro más por descuido<br />

que intencionadamente, ejerció sobre mí un efecto parecido<br />

cuando se inclinó hacia adelante para retirar la taza del café solo y el<br />

cenicero de la mesa, y, como entonces en Manchester, también<br />

aquella tarde en Limone lo vi todo borroso de repente, como a través<br />

de unos cristales que no se adaptan a mis ojos.<br />

A la mañana del día siguiente —al final había decidido que sí<br />

iba a ir a Verona— resultó que mi pasaporte, que Luciana a mi llegada<br />

había metido en un cajón de debajo de la mesa de recepcionista,<br />

se había perdido. La muchacha que me había hecho la cuenta y<br />

que, como subrayaba sin cesar, únicamente ayudaba en el hotel por<br />

las mañanas, anduvo revolviendo en vano todos los compartimentos<br />

y cajones. Por último se fue a despertar a Mauro, quien después de<br />

haber estado cuarto de hora poniéndolo todo patas arriba de varias<br />

maneras y hojeando una vez tras otra los diferentes pasaportes<br />

custodiados en recepción sin poder encontrar el mío, fue a<br />

81

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!