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Vértigo<br />
cedentes de Imst, el Tirol, y siempre que había algo que censurarles se<br />
les seguía llamando los tiroleses. Por lo demás se llamaban según la<br />
casa de la que se habían hecho cargo, de modo que no se les llamaba<br />
Ambroser, sino Seelos Maria, Seelos Lena, Seelos Benedikt, Seelos<br />
Lukas y Seelos Regina. Seelos Maria era una mujer pesada y lenta<br />
quien desde la muerte de su marido, Baptist, que ya había acaecido<br />
hacía unos cuantos años, vestía de negro y se pasaba los días<br />
hirviendo café, lo que hacía a la usanza turca quizá en memoria de<br />
Baptist, que había sido maestro de obra sin título y que como tal había<br />
estado trabajando en Constantinopla durante dieciocho meses antes<br />
de la Primera Guerra Mundial, de donde se supone había traído el<br />
arte de cocer café. Casi todas las obras de cierta envergadura de W. y<br />
de los alrededores, la escuela, el edificio de la estación de Haslach y<br />
la presa de agua, que surtía de corriente eléctrica a todo el distrito,<br />
habían sido proyectadas en el tablero de dibujo del maestro de<br />
construcción Ambroser, y ejecutadas bajo su dirección. Murió,<br />
demasiado pronto, como siempre se ha dicho, el día de la fiesta de<br />
mayo del año 33 de un derrame cerebral. Fue encontrado en su<br />
oficina, desplomado bajo el aparato heliográfico, con el lapicero<br />
detrás de la oreja y el compás aún en la mano. Los Seelos vivían de<br />
la herencia de Baptist y de las rentas de los campos y de las dos casas<br />
que éste había adquirido en vida. El estudio de Baptist estaba<br />
alquilado, curiosamente, a un turco de unos veinticinco años llamado<br />
Ekrem, que, a causa de la caída del régimen, como se solía decir,<br />
había llegado a parar a W. de sólo Dios sabe dónde, y confeccionaba<br />
en la cocina grandes cantidades de un dulce llamado miel turca que<br />
después vendía en las ferias. Es posible que también haya sido Ekrem<br />
quien le haya enseñado a Seelos Maria cómo hervir el café,<br />
reuniendo en sus viajes el café negro del que siempre disponía Maria<br />
incluso en los tiempos de mayor necesidad. Un día la Seelos Lena<br />
dio a luz un niño de Ekrem, que por suerte, como he oído decir, no<br />
alcanzó a vivir más de una semana. Puedo acordarme perfectamente<br />
de cómo el ataúd diminuto, blanco, fue subido al ce-<br />
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