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algo. Pero a usted, continuó, terminando de salir de su ensimismamiento<br />
y de su lectura, le interesa una historia muy distinta. Y esta<br />
historia, por ir anticipándolo ya mismo, casi ha llegado a su fin. El<br />
proceso se ha llevado a cabo. Han sido condenados a treinta años de<br />
prisión. El juicio de apelación será en otoño, en Venecia. No creo<br />
que podamos contar con ningún tipo de puntualización novedosa,<br />
pero me estoy adelantando. Hace poco usted me dijo por teléfono que<br />
más o menos estaba familiarizado con la historia hasta el otoño de<br />
1980. Las consecuencias de estos terribles acontecimientos tampoco<br />
se detuvieron a partir de entonces. Aún ese mismo otoño, en Vicenza,<br />
una prostituta llamada Maria Alice Beretta fue asesinada a golpes de<br />
hacha y martillo. Medio año después fallecía Luca Martinotti,<br />
estudiante veronés, a causa de las heridas contraídas en el incendio<br />
de una casamata austriaca que los drogadictos empleaban como<br />
alojamiento provisional a orillas del río Adigio. En julio de 1982, a dos<br />
monjes, Mario Lovato y Giovanní Pigato —ambos ya en una edad<br />
avanzada—, les golpearon el cráneo con pesa-dos martillos durante<br />
su paseo habitual, que a últimas horas de la tarde les conducía por<br />
calles tranquilas próximas a su convento. Una agencia de noticias<br />
milanesa recibió poco después una carta del GRUPO LUDWIG, que,<br />
como usted ya sabe, ya una vez, en otoño de 1980, se había<br />
declarado culpable de estos actos. Si no me falla la memoria, el<br />
GRUPO, en su segunda carta, afirmaba que la finalidad de su<br />
existencia era la muerte de aquellos que habían traicionado a Dios.<br />
En Trento, en el mes de febrero, fue hallado el cuerpo del cura<br />
Armando Bison. Yacía, asesinado a golpes, envuelto en su sangre, con<br />
un crucifijo que le habían clavado en la nuca desde detrás. El poder<br />
de LUDWIG, decía otro mensaje, no tiene límites. A mediados de mayo<br />
de aquel mismo año, en Milán, un cine porno se consumió en llamas.<br />
En él perdieron la vida seis hombres. Lyla, pro-fumo di femmina, éste<br />
es el título que llevaban las últimas imágenes que vieron. El GRUPO<br />
asumió la responsabilidad de la que ellos llamaron pira de rabos. A<br />
comienzos de 1984, un día después de la<br />
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