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Ti ritorno in patria<br />
A la mañana siguiente, la luz de la cocina seguía estando encendida,<br />
el abuelo, que acababa de llegar de quitar la nieve de los caminos,<br />
contó que de Jungholz habían traído la noticia de que a Schlag, el<br />
cazador, se lo habían encontrado muerto en el fondo del cañón, a más<br />
de una hora de su coto, en el lado tirolés. Al parecer, dijo el abuelo<br />
mientras, fiel a su costumbre diaria, cuando madre no lo veía por la<br />
pila tiraba poco a poco el café con leche que había mantenido<br />
expresamente caliente para él sobre un platillo del fogón pero del<br />
que abominaba, que al parecer se había precipitado al cruzar el cañón<br />
por un paso peligroso incluso en verano y en invierno prácticamente<br />
intransitable. El abuelo decía que en su opinión quedaba<br />
excluida la posibilidad de que Schlag, quien tenía que estar familiarizado<br />
con las fronteras de su coto hasta el detalle más ínfimo, hubiera<br />
ido a parar al otro lado como si de un descuido se tratase. Nadie<br />
sabía, continuó, qué es lo que se le había perdido en el lado<br />
austriaco precisamente en aquella época del año y con este tiempo, o<br />
si es que, por decirlo así, había errado el camino a propósito. Se mire<br />
como se mire, concluyó el abuelo, queda una historia poco clara, no<br />
poco sospechosa. En lo que a mí respecta, no me pude quitar de la<br />
cabeza todo este asunto durante el día entero. Para ver inmediatamente<br />
al cazador con los ojos vidriosos al fondo del cañón no<br />
tenía más que hundir un poco los párpados mientras hacía mis tareas<br />
escolares. Por eso no me extrañó cuando de hecho me lo encontré<br />
al mediodía, de camino a casa. Ya llevaba un rato oyendo el<br />
ligero campanilleo de unos arreos de caballo, cuando del aire gris y de<br />
la nieve que descendía girando con lentitud emergió el trineo de<br />
madera tirado por el caballo tordo de Pfeiffer, el dueño del molino,<br />
sobre el que evidentemente un hombre yacía bajo una manta de<br />
montar de color rojo vino. El trineo se detuvo en el cruce con la calle<br />
larga, porque en ese mismo momento y como si lo hubieran llamado<br />
llegó el doctor Piazolo en su Zündapp, rearando la nieve que<br />
alcanzaba la altura de las rodillas, el cual había salido hacia el trineo<br />
guiado por el dueño del molino y acompañado por el gendarme de<br />
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