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Leer - IES Celestí Bellera

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Il ritorno in patria<br />

la velada ralentización de los arroyos que, inalterables, por lo menos<br />

en tanto alcanza mi memoria, se precipitan sobre las peñas. En<br />

uno de los recodos del camino, dirigí la mirada hacia el abismo des-de<br />

el autobús que no hacía sino girar, y divisé las superficies de os-curo<br />

verde turquesa de los lagos Ferstein y Samaranger, que, ya en mi<br />

infancia, cuando hicimos la primera excursión al Tirol en el diesel<br />

170 de Góhl, el chófer, me parecieron quintaesencia de toda belleza<br />

imaginable.<br />

Hacia eso del mediodía, ya hacía tiempo que las mujeres tirolesas<br />

se habían apeado en Reutte, en Weiienbach, en Haller, Tannheim<br />

y Schattwald, el autobús llegó conmigo como último pasajero a la<br />

aduana de Oberjoch. Entretanto, el tiempo había vuelto a dar un<br />

cambio brusco. Una capa de nubes que transformaba en negro su<br />

tonalidad oscura se recostaba sobre todo el valle de Tannheimer,<br />

causando un efecto de opresión, lobreguez y abandono absoluto. Por<br />

ninguna parte se percibía el más mínimo movimiento. Ni si-quiera<br />

se podía ver un solo automóvil en el trayecto que se perdía mucho<br />

más atrás, en las profundidades del valle. A un lado se alzaban las<br />

montañas adentrándose en la niebla, al otro se extendía una húmeda<br />

pradera encenagada, y, en la parte posterior, desde el valle del<br />

Vilsgrund, se elevaba el bosque conoidal de Pfrontner, compuesto<br />

únicamente por abetos negroazulados. El aduanero que es-taba de<br />

guardia y que, me dijo, vivía en Maria Rain, prometió des-cargar mi<br />

bolsa de viaje en el Engelwirt, cuando, una vez concluida la jornada,<br />

pasara de vuelta a casa por W. De modo que, después de haber<br />

intercambiado un par de palabras más con él sobre aquella estación<br />

infernal del año, podía, con sólo la pequeña mochila de piel sobre<br />

los hombros, atravesar las húmedas praderas encenaga-das que<br />

lindaban con tierra de nadie y bajar por la ladera del cañón hacia<br />

Krummenbach, y desde allí salir a W. pasando por Unterjoch, por el<br />

molino de Pfeiffer y por el Enge Plátt. El cañón rebosaba de una<br />

oscuridad como yo no la hubiera tenido por posible a mitad del día.<br />

Sólo a mi izquierda, por encima del curso del arroyo que no se<br />

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