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Ti ritorno in patria<br />
me. Pensándolo bien ahora, por supuesto que no le recordaba al niño,<br />
sino al abuelo, que, según él, tenía el mismo andar que yo y que,<br />
cuando salía por la puerta de una casa, primero se quedaba parado un<br />
momento, como yo, para mirar qué tiempo hacía. Creí advertir que<br />
mi visita alegraba a Lukas, ya que, después de haber estado<br />
trabajando en una fábrica de planchas de hojalata de construcción<br />
hasta cumplir la edad de cincuenta años, se había acogí-do, como se<br />
suele decir, a la jubilación anticipada a causa de una artritis que<br />
paulatinamente le había ido deformando, y ahora se pasaba los días<br />
en casa, en el sofá, mientras su mujer seguía llevando la papelería<br />
del viejo Specht. Nunca, dijo al cabo de muy poco tiempo, hubiera<br />
creído que los días, el tiempo y la vida se le pueden hacer a uno tan<br />
largos cuando le dejan aparcado en la vía muerta. Le apesadumbraba<br />
además que, dejando a un lado a Regina, que se había casado en el<br />
norte de Alemania con un empresario, él era el único Ambroser que<br />
quedaba. Me contó la historia de la desaparición del tío Peter en el<br />
Tirol, de la muerte de la madre que aconteció poco después, la cual,<br />
en las últimas semanas de su vida, había perdido tanto de su mucho<br />
peso que nadie la hubiera podido reconocer, y durante mucho tiempo<br />
se estuvo comentando la extraña circunstancia de que las tías Babett<br />
y Bina, quienes habían hecho todo juntas desde la infancia, habían<br />
muerto el mismo día, una del corazón y la otra por el horror que le<br />
había supuesto la muerte de la hermana. Del accidente de coche en<br />
América en el que perdieron la vida Lena y su marido, continuó,<br />
nunca se ha podido averiguar gran cosa. Por lo visto, lo único que<br />
había ocurrido es que se habían salido de la carretera con su nuevo<br />
Oldsmobile, el cual tenía unos neumáticos blanquísimos, como había<br />
visto en una foto, precipitándose al fondo de un barranco. Mathild<br />
había vivido mucho tiempo, hasta bien entrados los ochenta, tal vez<br />
porque de todos era la que había tenido la cabeza más despierta, dijo<br />
Lukas. Había te-nido una muerte dulce, en su propia cama, en mitad<br />
de la noche. Exactamente de la misma forma en la que se acostaba<br />
todas las no-<br />
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