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I1 ritorno in patria<br />
pude tomar unas cucharadas de pan y leche. La puerta de lazareto se<br />
pudo abrir un poco, y en el umbral aparecieron por turnos algunos<br />
de los habitantes de la casa, entre ellos también estuvo un par de<br />
veces la Romana contemplando con asombro al que había salido con<br />
vida de milagro. Ya era Cuaresma cuando alguna vez podía estar<br />
unos minutos fuera de casa. En un primer momento acudir a la<br />
escuela seguía descartado. En primavera me entregaron durante dos<br />
horas al día a la tutela de la señorita Rauch, quien mientras tanto<br />
había vuelto a ser relevada de su cargo por el terrible Kónig, el<br />
profesor titular, al que había estado sustituyendo. La señorita Rauch<br />
era la hija del administrador forestal, así que a eso de las diez iba<br />
todos los días a casa del administrador; cuando hacía mal tiempo me<br />
sentaba en el banco de la estufa de cerámica junto a la afable<br />
candidata a profesora, y, cuando hacía bueno, fuera, en el cenador<br />
giratorio situado en medio de la arboleda, rellenando con devoción<br />
mis cuadernos de colegio con una malla de líneas y de números en la<br />
que esperaba apresar a la señorita Rauch y enredarla para siempre en<br />
mi cautiverio. También fue entonces cuando me pareció crecer con<br />
gran velocidad, motivo por el que ya en el verano creía que hubiera<br />
sido perfectamente posible poder ir al altar con mi maestra.<br />
A principios de diciembre llevaba ya casi un mes entero en W., y<br />
más o menos durante todo este tiempo había sido el único huésped<br />
en el Engelwirt. Sólo a veces se presentaba uno de esos viajantes de<br />
comercio solitarios, que por la noche, en la taberna, terminaban su<br />
jornada con el cómputo de los tipos de intereses y de comisiones.<br />
Como también yo estaba constantemente inclinado sobre mis papeles<br />
y, al igual que ellos, sólo a ratos dejaba divagar por la lejanía una<br />
mirada sumida en pensamientos, probablemente en un principio<br />
también me tomaran por un viajante de comercio, hasta que, luego<br />
de unas cuantas ojeadas taxativas a mi aspecto externo no conforme<br />
a tal posición social, dedujeran otra profesión, y, como me puedo<br />
imaginar, de carácter más dudoso. Intranquilo no tanto por estas<br />
miradas sino por los primeros preparativos que ya se<br />
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