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Leer - IES Celestí Bellera

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All ' estero<br />

estaba en su debido orden, arrancó del rodillo con un ímpetu ostentoso<br />

poniéndolo primero delante de mí, que había seguido sin<br />

pronunciar palabra aquel acto del funcionamiento de la administración,<br />

y después de Luciana, para que lo firmase antes de que él<br />

mismo añadiera su rúbrica y para completar la obra lo proveyera de<br />

un sello cuadrado y otro redondo. Cuando pregunté al brigadiere si<br />

estaba seguro de que podría salir del país con aquel escrito, solamente<br />

dijo, algo irritado por la incertidumbre que resonaba en mi<br />

pregunta: Non siamo in Russia, signore.<br />

Cuando, con el certificado en la mano, me ví de nuevo sentado<br />

en el coche, al lado de Luciana, me sentí como si el brigadiere nos<br />

hubiese desposado y ahora pudiésemos ir juntos a donde quisiéramos.<br />

En todo caso, la idea que me colmaba de una sensación de felicidad no<br />

se prolongó mucho tiempo, y después de haber vuelto en mí, como se<br />

suele decir, le pedí a Luciana que me dejara en la parada de autobuses.<br />

Ella paró, yo me bajé, intercambiamos aún, con la bolsa ya sobre el<br />

hombro, un par de palabras por la ventanilla abierta del coche y le<br />

deseé, aunque con retraso, muchas felicidades por su cuadragésimo<br />

cuarto cumpleaños. A ella se le iluminó el rostro como por un regalo<br />

inesperado, dijo addio, metió la marcha y se fue. El Alfa rodaba<br />

lentamente por la calle y desapareció en una curva que entonces<br />

parecía conducir a otro mundo. Ya era mediodía. El próximo autobús<br />

no llegaba hasta las tres. Me senté en un bar que había cerca de la<br />

parada, pedí un café solo y saqué mi cuaderno de notas.<br />

En la luz de media tarde que caía perpendicular en el paisaje<br />

transcurrían los chopos y los campos de la Lombardía. Frente a mí<br />

iban sentadas una franciscana de quizá treinta o treinta y cinco años y<br />

una chica joven con una chaqueta sobre los hombros confeccionada a<br />

base de muchos remiendos de colores. La muchacha se había subido<br />

en Brescia, la hermana franciscana ya estaba en el tren en la parada<br />

de Desenzano. La hermana leía su breviario; la muchacha, no menos<br />

enfrascada en su lectura, una fotonovela. Las dos eran de una belleza<br />

perfecta, pensé, ausente y presente a un tiempo, y yo ad-<br />

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