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Leer - IES Celestí Bellera

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All'estero<br />

no desde hacía semanas, me recibió con una sacudida. Subí las persianas.<br />

Tejados tanto como alcanzaba la vista en la noche incipiente,<br />

y un bosque de antenas a las que en ese momento mecía un soplo de<br />

aire. En la parte inferior se abría el abismo de los patios traseros. Me<br />

volví a la habitación y me tumbé, tal como estaba, sobre la cama<br />

cubierta con una colcha de flecos adamascada y pintada de flores,<br />

crucé los brazos debajo de la cabeza, a los que pronto se extendió la<br />

inmovilidad, y permanecí absorto, contemplando el techo que se me<br />

antojaba alejado unas cuantas millas. Voces aisladas penetraban en<br />

mi habitación a través de la ventana abierta, subiendo por el pozo.<br />

Un grito como en alta mar, una risa en un teatro vacío. Cada vez<br />

oscurecía más y se hacía más tarde. Todo enmudecía y se apagaba<br />

paulatinamente. Horas, horas interminables se sucedieron sin poder<br />

descansar. A la mitad de la noche o ya hacia el amanecer me levanté,<br />

me desvestí y me metí en el plato de la ducha, que, escondido detrás<br />

de una cortina de plástico manchada por la humedad, se ensartaba,<br />

perpendicular, en el dormitorio. Durante un buen rato dejé que el<br />

agua bajara por mi cuerpo. Y mojado, como estaba, me volví a<br />

recostar en la colcha de flecos esperando a que el crepúsculo rozara<br />

las puntas de las antenas. Por fin creí poder percibir el primer<br />

resplandor del día, escuché el canto de un mirlo y cerré los ojos.<br />

Bajo mis párpados cerrados comenzó a clarear. Ecco l'arcobaleno.<br />

Mirad, el arco iris se arquea en el cielo. Ecco Parco celeste. De los<br />

telares del escenario cae el telón del sueño. Soñé con un campo de<br />

maíz ancho y verde, sobre el que una monja de clausura, la hermana<br />

Mauritia, a la que conocía de la infancia, flotaba con los brazos<br />

extendidos como si fuera lo más natural del mundo.<br />

Por la mañana, a las nueve ya estaba sentado en la sala de espera<br />

del consulado alemán en la Vía Solferino. A esta temprana hora de la<br />

mañana se había congregado un buen número de viajeros desvalijados<br />

y demás peticionarios, entre los que también se encontraba<br />

una familia de artistas que aparentaban haber salido de un tiem-<br />

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