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Leer - IES Celestí Bellera

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Vértigo<br />

Jungholz. El doctor Piazolo, a quien al parecer ya habían puesto en<br />

conocimiento sobre la desgracia acontecida, apagó la máquina y se<br />

acercó al vehículo. Retiró la manta hasta la mitad, y debajo, en una<br />

pose que se podría describir como particularmente relajada, se encontraba<br />

el cuerpo de Hans Schlag, el cazador oriundo de Kollgarten<br />

del Neckar. El vestido verde ceniciento apenas había sido desordenado<br />

o lastimado. Se hubiera podido creer que Schlag sólo se<br />

había quedado dormido de no ser por la terrible palidez de su rostro<br />

y por el pelo de su cabello y barba, completamente congelado, tieso<br />

y agarrotado. El doctor Piazolo, con los guantes negros de moto ya<br />

quitados y palpando con un recato en él inusual diferentes puntos el<br />

cuerpo que tanto el frío como la rigidez cadavérica, la cual hacía<br />

tiempo que ya había hecho su aparición, habían dejado inmóvil,<br />

expresó la suposición de que el cazador, en el que no se podía ver<br />

signo de contusión alguno, hubiera sobrevivido en un primer momento<br />

a la caída del paso. Era muy posible, dijo, que el pánico le hubiera<br />

hecho perder la conciencia en el mismo instante del deslizamiento<br />

y que el bosque bajo que crece desde el cañón hubiese<br />

detenido su caída. Y probablemente la muerte por congelación no le<br />

haya sobrevenido hasta después de un cierto tiempo. El gendarme,<br />

que había seguido las suposiciones del doctor Piazolo con señales de<br />

asentimiento, afirmó por su parte que el pobre Waldmann, que ahora<br />

yacía completamente rígido a los pies del cazador, estaba vivo<br />

cuando se descubrió la desgracia acaecida. En su opinión, el cazador<br />

había metido el teckel en el interior de la mochila antes de atravesar el<br />

paso y esta, al caer, se había desgarrado de alguna forma. La mochila,<br />

continuó, se había quedado tirada algo más atrás y desde allí<br />

había una pista que conducía al cazador, a cuyo lado el teckel había<br />

excavado un agujero no muy profundo en el suelo del bosque, sólo<br />

congelado en la superficie. Curiosamente el teckel, cuando se estaban<br />

acercando a él y al cazador y aunque apenas había en él un soplo<br />

de vida, se volvió loco de una forma súbita, de modo que no tuvieron<br />

más remedio que matarle en el acto de un disparo. El doctor<br />

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