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Leer - IES Celestí Bellera

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I1 ritorno in patria<br />

de W, y hasta que no fue empleado por la Administración Forestal<br />

Bávara había estado un buen año sin trabajo. Schlag, el cazador, era<br />

un hombre apuesto, de cabello y barba oscura, rizada y con unos ojos<br />

inusualmente profundos y ensombrecidos. Durante horas, a menudo<br />

hasta muy entrada la noche, se sentaba frente a su vaso sin cambiar<br />

una sola palabra con nadie. A sus pies dormía Waldmann, sujeto a la<br />

mochila que colgaba del respaldo. Siempre que bajaba a la taberna<br />

para ir por una cajetilla de Zuban para mi padre, Schlag, el cazador,<br />

estaba sentado a su mesa de esta misma forma. La mayoría de las veces<br />

tenía la mirada hundida en un llamativamente precioso reloj de<br />

oro de bolsillo que tenía ante sí, como si no pudiera faltar a una cita<br />

importante, pero entremedias, a través de sus ojos entornados, miraba<br />

también a la Romana, quien tras el alto mostrador llenaba sin cesar los<br />

vasos de licor y de cerveza. Fue a comienzos de diciembre y la nieve,<br />

que había caído por primera vez, llegaba al fondo del valle, cuando,<br />

en una noche que se me ha quedado grabada en la memoria con una<br />

claridad meridiana, bajé a la taberna después de cenar y me percaté de<br />

que el cazador no estaba sentado en su sitio, y a la Romana,<br />

misteriosamente, tampoco se la veía por ningún lado. Con la intención<br />

de ir por la cajetilla de cinco Zuban a la taberna del Adlerwirt, salí al<br />

patio por la casa de atrás. A mi alrededor resplandecían los cristales<br />

en la nieve, y sobre mí, en el cielo, un sinnúmero de estrellas. Orión, el<br />

gigante sín cabeza con la corta espada fulgurando en el cinturón, salía<br />

en aquel momento por detrás de las sombras negro-azuladas de las<br />

montañas. Un buen rato me quedé inmóvil en medio de la<br />

magnificencia invernal, escuchando el tintineo del frío y el sonido de<br />

las luces celestes en su lenta travesía. Luego, de pronto, me pareció<br />

como si una sombra se moviera en la puerta abierta del cobertizo de la<br />

madera. Era Schlag, el cazador, el que estaba en la oscuridad,<br />

sujetándose con una mano en la parte interior de un tabique de madera<br />

del cobertizo y con la postura de un hombre que camina contra el<br />

viento, cuyo cuerpo, en su totalidad, era recorrido por un movimiento<br />

extraño que se repetía una y otra vez, en forma de oleadas.<br />

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