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All'estero<br />
res de ojos dirigidos hacía mí. Aquellos a quienes pertenecían estaban<br />
apoyados en la barra que tenía enfrente. Uno sostenía la barbilla<br />
apoyada en la palma de la mano derecha, el otro en la izquierda.<br />
Como una sombra de nube sobre un campo, sobre mí se cernía la<br />
sospecha de que, desde mi llegada a Venecia, había coincidido<br />
varias veces con los dos jóvenes que me estaban mirando, no sólo<br />
eran figuraciones mías, y de que también habían estado entre los<br />
clientes del bar a orillas del Riva, donde había conocido a Malachio.<br />
La manecilla del reloj avanzaba hacia las diez y media. Apuré mi<br />
capuccino mirando hacia atrás por encima del hombro, me dirigí al<br />
andén y me subí al tren de Milán para ir a Verona, como tenía<br />
previsto.<br />
En Verona cogí una habitación en la Paloma de Oro y, siguiendo<br />
una vieja costumbre, fui inmediatamente al Giardíno Gíusti.<br />
GIARDINO GIUSTI<br />
VERONA<br />
BIGLIETTO D'INGRESSO<br />
N2 52314<br />
Allí, durante las primeras horas de la tarde, estuve tumbado en un<br />
banco de piedra que había debajo de un cedro. Escuchaba la brisa<br />
que entraba y salía del ramaje, como en una caricia, y el ruido sutil que<br />
hacía el jardinero al rastrillar los caminos de gravilla por entre los arbustos<br />
bajos, cuyo suave aroma seguía impregnando el aire incluso<br />
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