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los temas - Universidad Complutense - Universidad Complutense ...

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el amor a tu vera sin detenerse nunca! Pienso a veces> Fernando, que mi hada<br />

madrina debió de ser bruja y debió dejar a la cabecera de mi cama esta<br />

maldición: “Huirá de ti el amor, Carmen Rey; huirá siempre”. Pero la realidad<br />

es que ese miedo tiene un firme sustento: “A nuestra edad —dirá Carmen- no se<br />

puede ya vivir de esperanzas”; y prefiere que todo quede en una buena amistad.<br />

3) Sentimiento carif<strong>los</strong>o hacia <strong>los</strong> animales, Desde antiguo se ha venido<br />

comprobando una y otra vez la gran capacidad de adaptación y de convivencia<br />

entre el hombre y <strong>los</strong> animales, sobre todo <strong>los</strong> llamados domésticos, Esta<br />

relación establece y pone de manifiesto unos lazos de afectividad entre el<strong>los</strong><br />

difíciles de calibrar, aunque nunca dejaremos de asombrarnos hasta que límites<br />

se puede ensanchar esta correspondencia sentimental.<br />

No obstante, a lo que ahora concretamente aludimos, no es a la presencia<br />

de animales en <strong>los</strong> relatos de posguerra —que por otro lado es escasa—, sino a<br />

la importancia de la relación hombre—animal por las características especiales<br />

de descarga emotiva que presentan en la historia y que hacen de ese vinculo<br />

algo llamativo y fuera de lo común. Una atracción basada muchas veces en la<br />

fidelidad que proporciona alegría mientras dura y entristece al desaparecer,<br />

como en el relato de Sebastián Juan Arbá, bm le descubrió por el vestido, que se<br />

dejaba ver a través de <strong>los</strong> hombres y salió disparado en su dirección.<br />

Él había abandonado ya su escondite y le contuvo suavemente<br />

en las vivas demostraciones de alegría en que se le echaba encima<br />

gimoteando, y dando saltos y buscándole el rostro con el hocico y<br />

con la lengua. Acaricióle el dueño, llamándole en voz baja, y, en<br />

aquel momento en que el reflejo débil de un farol le daba en el<br />

rostro, hubiese jurado que lloraba. Esa escena tan sencilla me conmovió.<br />

Adiviné el drama de aquel hombre, que no sabia como despren—<br />

derse de su perro al que quería y al que no podía mantener,y por el<br />

que tal vez habrían pasado ya hambre él y sus hijos,”

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