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lerius Maximus, qui cum sutiles ad retinenda armainutiles manus haberet, se conantis Numidae cervicemcomplexus, naribus et auribus corrosis, deformereddidit, que plenae ultionis morfibus exspiravit.Isthaec mihi communicata referre lubuit, iis non, utreor, quipus medicinam in Csatris facere volupe sit,usui futura, sed iis quoque, qui in Civitatibus, etOppidis medicae praxi addicti sint: etenim, bellicatempestate Provincias, et regna vexante, cum persaepecontingat ut militares copiae ab aestivis expeditionibusin proximas Civitates, et Oppida ad hybernandumse recipiant, facile hujusmodi occasionemorbi Castrenses curandi occurrunt. Annis elapsiscum Militiae Germanae hisce in regionibus hybernaCastra statuissent, Febres, et Dysenterias, qualesapud Auctores leguntur, mihi observare contigit,multosque praeclaros Viros scio interiisse, quipus aMedicis militaris medicinae, et genii castrensiummorborum ignariis, administrata sunt intempestivaremedia, ut Venae sectiones et valida purgantia,potissima indicatione miasma illud virulentum, etefferum perdomandi, et per cutis spiracula eliminandi,vel neglecta, vel ignota. Experientia itaquererum magistra in curandis hujusce indolis morbistali methodo procedendum ostendit. Quotiescumqueigitur se offerat occasio, consulendi citatiScriptores, Mindererus, et Screta, ac D. L. AntoniusPortius. Penes Helmontium quoque Febris cujusdam,fit mentio, quae totam suam tragoediam sineullo calores sensu peragit, quam Febrem Castrensemappellat, de cujus Febris ingenio, et morequaedam leguntur scripta apud Regnerum Graaff,Cornelium Bontekoe, Etmullerum, et alios. Omnesitaque, qui hac de re scipsere, unanimi fere consensuobservavi horum affectuum causam in acidumvolatile, corrosivum, efferum, realgarinum referre,ideoque hujusmodi venenum invertendum infringendum,ac potissimum Salium volatilium usuperglandulas cutaneas abigendum.de este modo, llevando el sello colgado, los espíritusque antes estaban como atados se liberan y seborra la imagen de la muerte. Mas debe pensarseque ello ocurre de manera natural, y no en modoalguno por una fuerza localizada en tales pentáculos,de forma que, al igual que la fuerza de la imaginacióny la imagen de la muerte metida en la cabezallevan a los soldados a tal abatimiento de ánimo,así el poder de la misma imaginación, por mediode la supuesta virtud de los sellos — aunque ensí mismos ninguna tienen —, elimina de la mente laimagen en ella impresa del pavor y de la muerte.Hay muchas observaciones sobre amuletos y talismanesen diversos escritores, que, sin embargo, nole atribuyen por lo general ninguna virtud física, ano ser la que les ha adjudicado el pasivo engaño delas mentes crédulas. Hasta tal punto es verdad loque escribió Séneca de que "algunos males no securan si no es engallándolos". A este respecto, meviene a la mente lo que hace tiempo leí en Descartessobre la fuerza de la imaginación; dijo, en efecto,que es tal que el mejor remedio de su enfermedades el prescindir de la imaginación misma."Pues — dice — si una persona de espíritu equilibradoestá viendo continuamente representacionesde tragedias, acabará, con todo, por contraer unacierta angustia, se acostumbrará su espíritu a lossuspiros, su corazón y sus fibras padecerán contracción,por lo que la circulación de la sangre resultarámás lenta y se suscitarán obstrucciones en el hígadoy en el bazo; por el contrario, si alguno está aquejadode enfermedades varias, y en la medida de susposibilidades aparta su espíritu de ellas, pensandoen objetos gratos y que alivien la mente, se abriráun camino hacia la buena salud".Otra cosa no menos curiosa me contó aquel doctísimovarón que había observado después de entablarsealgún combate, y era que los cadáveres tendi-dosen el suelo, y según es costumbre, despojados desus vestidos, tenían casi todos túrgidas y tensas laspartes pudendas, como preparadas para el combatede Venus, y que, del mismo modo, también en lasmujeres muertas violentamente habían observadocon admiración que tenían el sexo rígido y contraídocomo por un cierto estímulo. ¿Acaso debe pensarseque ello ocurre porque los soldados, al marcharal combate, movidos por intensa furia y rabia,todos los espíritus y la sangre — según es propio dela ira y del furor — los impulsan desde las partesmás interiores hacia las más exteriores del cuerpo,con el fin de abatir al enemigo que, les sale al paso,221

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