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Comentario:A veces los técnicos nos volcamos en la investigaciónde los accidentes y descuidamos la vigilanciade la salud. Algo así ha pasado durante el devenirde las contiendas armadas, pero ello no obsta paraque recopilaciones como la que comentamos se pararana valorar que el descuido en las condicionessanitarias de la tropas creó un ambiente propiciopara el desarrollo de las enfermedades en los combatientesy cuyas bajas se multiplicaban por estacausa, ya no solo durante las compañas sino conposterioridad a las mismas, pues las condicionessanitarias eran deplorables y a causa de ésto se presentabangran cantidad de epidemias y enfermedadesentre la población, soldados y marineros. Todoslas esfuerzos de la medicina durante esta época secentraron en el campo de batalla. Así Los ReyesCatólicos S. XV reglamentaron que cada expediciónmilitar tuviese la presencia de un medico y unfarmacéutico. (Así en el segundo viaje de Colónviene el cirujano Pedro Alvarez Chavea).El autor que comentamos, con ser el primer autorque compendió un tratado sobre enfermedades deltrabajo, salvando antiguas costumbres malsanas yprácticas de brujerías, abrió el conocimiento a unaimagen de las causas mas importantes de las mismas,causas y remedios que a su entender debíanseguirse para evitar en las milicias lo que vino allamarse por entonces fiebre militar o castrense, yque el contagio de unos a otros se producía por elaire inhalado, y que a efectos de predecir la muerteo no de quien las padecía, se tenia en cuenta lo quehoy conocemos como termorregulación del cuerpohumano y sus consecuencias sobre la mortalidad,que hoy podrías confundir con el golpe de calor. Ycomo medidas preventivas algo tiene que ver conello el sahumerio que purificaba el aire (aceite devitriolo, o lo que es igual, sal común mas ácido sulfúricoy lumbre) mediante vapor blanco que sanabalos ambientes para desterrar las epidemias.El tratado articula el conocimiento de las enfermedadescastrentes, ya desde las guerras de Egipto yRoma (Egipto 1491 AC. – Reinado de Amenosis),y concluye que además de las enfermedades debidaa heridas (premio de la milicia), que las enfermedadesepidémicas producen mas estragos en la tropaque las armas del enemigo, abriendo las puertas aconocimientos de las enfermedades infecciosas debidosa la suciedad y la falta de higiene en la tropafundamentalmente; pero además aporta una nuevay que por eso, al caer y perecer en el combate, aligual que en su rostro — aunque estén muertos —todavía respiran furia y amenazas, así sus órganosgenitales; tensos por los espíritus que en ellos quedancautivos, los conservan convulsionados tras lamuerte? Desde luego está bien comprobado que esmuy distinto el aspecto de los que por alguna enfermedad,ya aguda, ya crónica, mueren en sus lechos,del de los que perecen de muerte violenta, y muchomás del de los que son sacrificados en el combatecomo víctimas de Marte. Cuenta Valerio Máximode un soldado romano en la batalla de Cannas que,como por estar mutilado tenía las manos inútilespara retener' las armas, abrazándose al cuello de unnúmida que intentaba despojarlo y, royéndole laboca, las narices y las orejas, lo dejó desfigurado yexpiró en los mordiscos de su plena venganza.Estos datos que se me comunicaron he querido referirlosporque han de ser útiles no sólo, segúnpienso, a quienes gustan de practicar la medicina enlos campamentos, sino también a quienes, en lasciudades y pueblos, están dedicados a la prácticamédica; en efecto, cuando la tempestad de la guerramaltrata a las provincias y reinos, al ser muy frecuenteque las tropas, tras las expediciones veraniegas,se retiren a invernar a las ciudades y pueblospróximos, se presentan fácilmente ocasiones de tratarenfermedades castrenses. Hace unos años, cuandoejércitos alemanes establecieron campamentosde invierno en estas regiones, tuve ocasión de observarfiebres y disenterías como las que se leen enlos autores, y sé que perecieron muchos varonesnotables a los que, por médicos ignorantes de lamedicina militar y de la idiosincrasia de las enfermedadescastrenses, se les administraron remediosinoportunos, como las sangrías y los purgantesenérgicos, descuidando o ignorando la importantísimaindicación de dominar y eliminar por los respiraderosde la piel aquel miasma virulento y feroz.Así, pues, la experiencia, maestra de todas las cosas,enseña que en el tratamiento de las enfermedadesde esta índole debe procederse con tal método.Por tanto, cuantas veces se presente la ocasión, seha de consultar a los citados tratadistas Minderer yScreta, y a L. Antonio Porcio. También en Helmont1° hay mención de cierta fiebre que desarrolla todasu tragedia sin sensación alguna de calor, y la llamafiebre castrense. Acerca del carácter y curso habitual,se puede leer algo en Reinier de Graaf", Cornelio,Bontekoe Etmueller" y otros. Así, pues, todoslos que han escrito de este asunto, con asenti-222

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