Guía
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INTRODUCCIÓN<br />
Tradición y cultura en la alimentación<br />
de las personas mayores<br />
J. Cruz Cruz<br />
Profesor de Filosofía de la Historia. Pamplona.<br />
“Todos deseamos llegar a viejos<br />
y todos negamos haber llegado ya”<br />
Quevedo<br />
No es posible afrontar la alimentación<br />
en el anciano sin hacer previamente referencia<br />
a la época histórica y al entorno humano<br />
o social que le ha tocado vivir. Y aunque<br />
es necesario en esto el enfoque estrictamente<br />
médico o fisiológico, también lo es el cultural,<br />
el antropológico y el psicológico.Todos<br />
esos aspectos confluyen en lo que, a propósito<br />
de la vejez, voy a llamar gerodietética<br />
(término que aquí uso con cierta prevención,<br />
por su aparente novedad).<br />
A lo largo de este trabajo quiero subrayar<br />
–bajo el supuesto del dominio científico<br />
del arte dietético– dos aspectos decisivos, a<br />
saber: primero, que la alimentación del anciano,<br />
desde el punto de vista subjetivo, solo<br />
puede realizarse adecuadamente en la medida<br />
en que el propio anciano asume o acepta<br />
previamente su propio estado y edad;<br />
segundo, que desde el punto de vista objetivo,<br />
en la conducta alimentaria del anciano<br />
los actos individuales se sostienen sobre<br />
pautas colectivas, incorporadas como hábitos<br />
y costumbres, en las cuales se reflejan<br />
las normas de su tradición cultural: no es<br />
suficiente que una cosa sea comestible para<br />
que acabe siendo comida por el anciano;<br />
esto último ocurrirá si lo consienten los parámetros<br />
culturales del pasado enraizados en<br />
su mente y en su personalidad.<br />
Si normalmente son tres las edades del<br />
hombre –juventud, madurez, vejez– que<br />
confluyen en una familia, podríamos imaginarnos<br />
un cuadro en que las dos personas<br />
de menos edad –el hijo y el padre–mantuvieran<br />
su atención fija en un escrito, signo<br />
de un proyecto vital o quizás de un negocio;<br />
solo el viejo apartaría discretamente<br />
su mirada de ese proyecto, que para él es<br />
un puro futurible, aunque sabe que ha sido<br />
posibilitado por sus propios esfuerzos pasados.<br />
El gran pintor Giorgione plasmó admirablemente<br />
ese trío. Mas, ¿qué significa que<br />
el anciano aparte su mirada de unos papeles<br />
de posibles negocios? La vejez, como<br />
fase de la vida, es también vida. Pero, a diferencia<br />
de la «vida tensa» de la juventud y<br />
la madurez –vida proyectada hacia los afanes<br />
del futuro– la del que envejece es una<br />
“vida remansada”: un fin que no es un simple<br />
acabamiento, sino un cumplimiento lleno<br />
de pasado. Y el hombre ha de aceptarlo<br />
así. Por eso el joven tensado hacia el futuro<br />
–haciendo planes, luchando y esperando–<br />
no puede entender todavía el conjun-