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68 J. Cruz Cruz<br />

FIGURA 10. VINCENT VAN GOGH, 1853-1890: Anciano<br />

afligido (Museo Króller Müller). Un anciano<br />

junto al calor de la chimenea llora desconsolado,<br />

ocultando la cara entre los puños apretados.<br />

La tristeza y el paso del tiempo protagonizan esta<br />

bella imagen, plena de simbolismo. Es el gesto<br />

del que se duele por la marcha de seres queridos,<br />

por los recuerdos de una vida desilusionada. La<br />

pincelada suelta y vibrante crea una estampa llena<br />

de intensidad y pena, aunque los tonos verdes,<br />

amarillos y azules parecen mostrar una nota<br />

de esperanza que apunta a una interpretación<br />

religiosa de la actitud gimiente del anciano.<br />

te la sufre. Con eso, naturalmente, no puede<br />

suprimir el hecho de que tiene setenta y<br />

cinco años en vez de cuarenta; que su dentadura<br />

es ya postiza y no puede atacar un<br />

pernil por asalto; que ha de masticar despacio;<br />

que aquellos grasientos o picantes guisos<br />

de su juventud se le resisten y le perjudican;<br />

que determinadas dietas lo descomponen;<br />

que su sistema digestivo sufre constipaciones,<br />

etc.<br />

Incluso en el aspecto alimentario, solo<br />

envejece como es debido quien acepta interiormente<br />

el envejecimiento.<br />

En realidad, la cultura contemporánea,<br />

volcada al culto del cuerpo joven y atlético,<br />

poco ayuda a que el hombre pueda encontrar<br />

en el final de su vida un sentido culminante.<br />

E incluso el anciano suele equivocarse<br />

vitalmente pretendiendo parecer un<br />

joven activo. Ello se debe a que los cambios<br />

físicos, sociales y psicológicos del envejecimiento<br />

están en pugna con el concepto<br />

actual de cultura personal, imbuida por el<br />

culto al cuerpo, especialmente al cuerpo<br />

joven, esbelto, gozador, dentro de un ámbito<br />

de bienestar físico. La civilización occidental<br />

adopta como resorte principal la<br />

necesidad de independencia y el dominio<br />

de los impulsos y deseos, el triunfo sobre<br />

la incapacidad. La gente quiere parecer<br />

joven, vigorosa y comportarse como tal,<br />

dejando poco espacio cultural a las personas<br />

de edad. Esta actitud se ve fortalecida<br />

por el hecho de la jubilación forzosa con<br />

expectativas de vida. Tal cultura contribuye<br />

a que el anciano no encuentre el camino<br />

para expresar su individualidad y autoestima.<br />

Hay lacerantes ejemplos de la extremosa<br />

figura del anciano como un ser de<br />

carencias que busca, a propósito de la comida,<br />

su propia identidad.<br />

También la actual estética de la delgadez<br />

responde a un intento de defenderse de la<br />

vejez. La belleza era definida por los clásicos<br />

como la armonía o proporción y la integridad<br />

de una cosa. La dietética –en tanto que<br />

uno de sus aspectos es otorgar equilibrio–,<br />

contribuye a la formación de cierta belleza.<br />

Por dos razones; primera, porque dispone de<br />

manera moderada y proporcionada unos elementos<br />

biológicos. Esa proporción o armonía<br />

es un factor integrado en la definición<br />

esencial de belleza. Segunda, porque los<br />

aspectos psicológicos (acciones y pasiones)<br />

equilibrados por la razón dietética están alejados<br />

del espíritu: son los que el hombre<br />

posee por su naturaleza biológica, fácilmen-

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