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74 J. Cruz Cruz<br />
FIGURA 15. LOUIS LE NAIN, 1593-1648: Familia de<br />
campesinos (The National Gallery of Art, Washington).<br />
Pertenece este cuadro al género costumbrista.<br />
En él se reflejan aspectos de la vida<br />
campesina; capta perfectamente las actitudes<br />
que se pueden dar en personajes que participan<br />
de un episodio común, reunidos alrededor de una<br />
mesa, estando los pocos objetos tratados con<br />
gran realismo. La obra no intenta satirizar la penuria<br />
de la vida campesina, sino elevar a valor de<br />
símbolo los más sencillos alimentos a través precisamente<br />
del anciano y de la anciana. El gesto<br />
de repartir pan (símbolo del trabajo esforzado)<br />
se asigna al padre o abuelo, mientras que el de<br />
ofrecer el vino (símbolo del ocio relajado) se reserva<br />
a la mujer de más edad. Adquieren así el pan<br />
y el vino un contenido simbólico que va más allá<br />
de su valor fisiológico.<br />
y el padre. Los alimentos reciben un valor<br />
simbólico al unir sus cualidades propias a<br />
las de quienes nos los dan. La necesidad de<br />
comer se hace soporte y mensajero de dos<br />
fundamentos de la célula social: la madre<br />
y el padre. El orden, el sentido dado a la comida<br />
viene a dar forma y a modular el flujo bioquímico<br />
de los nutrientes que el organismo<br />
necesita” (TRÉMOLIÈRES, 563).<br />
Además, en la comida los alimentos básicos<br />
son tomados como fruto del trabajo,<br />
es decir, no solo como nutrientes biológicos,<br />
sino como expresión del esfuerzo psicológico<br />
puesto en conseguirlos, como compensación<br />
de una pena. Un esfuerzo y una pena<br />
que normalmente se hacen compartidos,<br />
pues son concomitantes a un proceso de<br />
labor colectiva.<br />
Con el alimento, el hombre ingiere su propia<br />
energía separada, pero solidaria con la<br />
del prójimo. En la mesa se me aparece radicalmente<br />
el otro como mi semejante.<br />
Parece como si los gestos y las palabras<br />
de comunicación quedasen en un cielo abstracto<br />
e informe mientras no son ratificados<br />
en el acto de compartir una comida.<br />
En realidad la comida en la mesa debe<br />
tener carácter alegre, superior incluso al que<br />
experimento cuando satisfago el apetito y<br />
saboreo los platos. Toda comida es festiva.<br />
“La comunidad de mesa es una celebración,<br />
una fiesta de la humanidad; exalta la vida<br />
social, es comunión de personas encarnadas<br />
y libremente reunidas. Por ello, esta celebración<br />
comporta ciertos ritos necesarios:<br />
corrección de vestimenta, orden de los platos,<br />
reglas del saber vivir. Toda comida tiene<br />
un carácter sagrado” (BARBOTIN, 288). Lo que<br />
el actual anciano está perdiendo en realidad,<br />
respecto a su dieta, es que la comida en<br />
la mesa ya no festeja de suyo nuestro ser de<br />
hombres en común.<br />
CONCLUSIÓN<br />
De una parte, el cometido inicial de una<br />
campaña de educación alimentaria dirigida<br />
a la tercera edad consiste en que el anciano<br />
acepte, junto al alimento conveniente, también<br />
la vejez, y que la acepte como un acto<br />
de obediencia a la verdad, único modo de<br />
que su vida pueda lograr en esa fase autenticidad<br />
y valor.<br />
Además, debe tenerse en cuenta que esa<br />
aceptación está vinculada a las pautas y costumbres<br />
de una colectividad. Lo simplemente<br />
comestible desde el punto de vista químico<br />
y fisiológico no acaba necesariamente siendo<br />
comido por el anciano. Se come lo que las