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El doblaje de voz. Orígenes, personajes y empresas - Salvador Najar

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<strong>El</strong> <strong>doblaje</strong> <strong>de</strong> <strong>voz</strong>. <strong>Orígenes</strong>, <strong>personajes</strong> y <strong>empresas</strong> en México<br />

Su carácter inquieto, aún jovial, su gran inteligencia y su auténtico amor por los seres<br />

humanos, así como la <strong>de</strong>licada enfermedad <strong>de</strong> su hija, lo condujeron a iniciar, y a terminar,<br />

los estudios <strong>de</strong> medicina homeopática en la Escuela Libre <strong>de</strong> Homeopatía, a pesar <strong>de</strong>l doble<br />

trabajo <strong>de</strong> sus funciones laborales, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> sólo contar con la mitad <strong>de</strong> la vista<br />

normal y aún cuando ya era un hombre <strong>de</strong> edad respetable, que estaba casado y tenía hijos<br />

mayores. Nada <strong>de</strong> eso le impidió a su genio llevar a<strong>de</strong>lante y concluir sus esforzados<br />

planes.<br />

Pocas fueron las personas con las que trataba que no recibieran los beneficios,<br />

absolutamente gratuitos, <strong>de</strong> los conocimientos homeopáticos -consultas y frascos <strong>de</strong><br />

medicamentos incluidos- <strong>de</strong> don Francisco Larrué. Con la magia <strong>de</strong>l 1,2,3, <strong>de</strong> sus pequeños<br />

frascos <strong>de</strong> chochitos (terroncillos <strong>de</strong> azúcar alcoholizados), tan característicos <strong>de</strong> aquella<br />

técnica <strong>de</strong>l similia, simílibus curantur (lo similar cura lo similar), Panchito se convirtió en<br />

una auténtica leyenda, por haber sanado todo tipo <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s, incluso algunas <strong>de</strong> las<br />

entonces conocidas como incurables o <strong>de</strong> difícil erradicación, tales como migraña,<br />

gangrena, diabetes y otras por el estilo.<br />

Pasado algún tiempo y ante tantos años <strong>de</strong> bondad <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> don Francisco, un grupo <strong>de</strong><br />

los afortunados actores y directores <strong>de</strong> <strong>doblaje</strong> beneficiados, que gozábamos <strong>de</strong> su amistad<br />

y sus cuidados médicos, nos pusimos <strong>de</strong> acuerdo para reunir entre todos una importante<br />

suma <strong>de</strong> dinero que, como señal <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento, le quisimos entregar en forma <strong>de</strong><br />

cheque a su nombre. La emotiva respuesta <strong>de</strong> don Francisco fue tan discreta y honesta<br />

como él mismo lo había sido siempre con nosotros. Pero, sorpresivamente para quienes<br />

organizamos aquel acto sincero, ella contenía un elemento <strong>de</strong> realismo material inesperado:<br />

“-Uste<strong>de</strong>s me conocen y saben bien lo que les agra<strong>de</strong>zco esta muestra <strong>de</strong> cariño. <strong>El</strong> pequeño<br />

servicio que he prestado, también se ha convertido en lecciones muy gratificantes para mí. Espero<br />

que comprendan que no puedo aceptar ese cheque…”<br />

Ante nuestros ruegos, y preocupado por evitar que su negativa fuese mal interpretada,<br />

Panchito accedió, en parte:<br />

“-Bueno, miren, si uste<strong>de</strong>s insisten tanto en aportarme algo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s satisfacciones y<br />

alegría que con su amistad gozo, les ruego que me consigan algunos frasquitos, puesto que es<br />

común que se me acaben muy rápidamente.”<br />

Ninguno <strong>de</strong> nosotros había sospechado siquiera el enorme gasto que representaban<br />

aquellas botellitas <strong>de</strong> color café oscuro, aquellos pequeños y humil<strong>de</strong>s recipientes, cuyo<br />

número se elevaba a muchísimos miles al consi<strong>de</strong>rar, por años, el promedio <strong>de</strong> ellos, que<br />

iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tres hasta los doce frascos por cada consulta individual, <strong>de</strong> las diez o quince<br />

consultas diarias que, al menos, realizaba entre sus compañeros, algunos <strong>de</strong> los cuales no<br />

solamente recibían medicina y consulta para ellos, sino que obtenían lo mismo para sus<br />

familiares y seres queridos. Y eso, sin tomar en cuenta los frasquitos diarios para los<br />

pacientes particulares que Panchito atendía gratuitamente en su consultorio privado. En fin<br />

que, al precio que se le quiera poner a cada unidad <strong>de</strong> vidrio, el resultado será uno solo y<br />

muy claro: que a don Francisco, sus amigos y compañeros, también le habíamos costado<br />

mucho dinero.<br />

www.salvadornajar.com [327]

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