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LIBRO DE CONCORDIA COMPLETO - Escritura y Verdad

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85] Hay que rechazar, por tanto, las opiniones farisaicas de nuestros adversarios cuandodicen que no conseguimos por la fe el perdón de los pecados, sino que es necesario conseguirlopor nuestro amor y nuestras obras, y que debemos contrarrestar la ira de Dios con nuestro amor ynuestras obras. Es doctrina de la ley, y no del Evangelio la que imagina que el hombre se justificapor la ley antes de haber sido reconciliado con Dios por Cristo, pues Cristo dice, Juan, 15, 5: Sinmí nada podéis hacer, y además: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos.86] Nuestros adversarios se imaginan que somos pámpanos, no de Cristo, sino de Moisés.Porque quieren ser justificados por la ley, y ofrecer nuestro amor y nuestras obras a Dios antes deser reconciliados con Dios por Cristo, antes de ser pámpanos de Cristo. Pablo, por el contrario,sostiene que la ley no puede cumplirse sin Cristo. Por eso la promesa ha de recibirse primero,para que por la fe seamos reconciliados con Dios por medio de Cristo, antes de que podamoscumplir la ley.87] Pensamos que estas cosas son bastante claras para las conciencias piadosas. Y portodo esto comprenderán la causa por la cual hemos declarado que los hombres son justificadospor la fe, y no por el amor, porque conviene que nosotros opongamos a la ira de Dios, no nuestroamor o nuestras obras, o que confiemos en nuestro amor o en nuestras obras, sino en Cristo elMediador. Es preciso conocer la promesa del perdón de pecados antes de poder cumplir la ley.88] Por último, ¿cuándo estará tranquila la conciencia si conseguimos perdón de pecadosporque amamos o cumplimos la ley? La ley siempre nos acusará, porque nunca satisfacemos a laley de Dios. Como lo dice Pablo, Rom. 4, 15: La ley obra ira. Refiriéndose al arrepentimiento,Crisóstomo se pregunta cómo podemos estar seguros de que los pecados nos han sidoperdonados. Nuestros adversarios buscan en sus Sentencias la misma respuesta. Pero esto nopuede explicarse, no pueden las conciencias tranquilizarse si no saben que el mandamiento deDios y el Evangelio mismo consiste precisamente en que se sientan seguras de que gratuitamente,por medio de Cristo, los pecados son perdonados, y en que no duden nunca de que los pecados seles perdonan. Si alguno duda, como dice Juan, I Ep. 5, 10, acusa de mentirosa la promesa divina.Nosotros enseñamos que esta certeza de la fe se incluye en el Evangelio. Nuestros adversariosdejan a las conciencias inciertas y dudosas.89] Porque las conciencias no pueden hacer nada por la fe si dudan continuamente de queconsiguen remisión de pecados. ¿Cómo pueden en esta duda invocar a Dios, o sentirse seguras deque Dios las oye? La vida entera se encuentra así sin Dios y sin verdadero culto a Dios. Y esto eslo que Pablo dice, Rom. 14,23: Todo lo que no es de fe, es pecado. Y como siempre están en estaduda, nunca conocen las conciencias lo que es la fe. Y sucede que acaban por caer en ladesesperación. Tal es la doctrina de nuestros adversarios, doctrina de la ley, abrogación delEvangelio, doctrina de la desesperación.90] Referimos gustosos ahora a todos los hombres buenos el dictamen acerca de esteasunto del arrepentimiento, pues nada tiene de obscuro, para que decidan si somos nosotros onuestros adversarios quienes instruyen las conciencias con mayor piedad y utilidad. Ciertamenteque no nos agradan estas disputas en la Iglesia, y si no tuviéramos razones graves y obligatoriaspara disentir de nuestros adversarios, de muy buena gana permaneceríamos silenciosos. Perocomo condenan una verdad tan manifiesta, no está bien que abandonemos una causa que no espropiamente la nuestra, sino la de Cristo y la de la Iglesia.91] Hemos presentado las razones por las cuales señalamos dos partes en elarrepentimiento: contrición y fe. Y esto lo hemos hecho con la mejor intención, porque en torno aeste asunto giran muchas sentencias sobre el arrepentimiento que se citan truncadas de los Padres,y que nuestros adversarios tuercen para obscurecer la fe. Tales son: Arrepentimiento es llorar losmales pasados, y no cometer nada nuevo que haya que lamentar. Y asimismo: Arrepentimiento es115

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