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LIBRO DE CONCORDIA COMPLETO - Escritura y Verdad

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mandamiento. Desde luego, ésta es una afirmación algo tajante, pero se basa totalmente en lo queantes he dicho, o sea, en que el bautismo no es otra cosa que el agua y la palabra de Diosconjuntas y reunidas; es decir, cuando va la palabra con el agua, el bautismo es verdadero,aunque no se agregue la fe. En efecto, no es mi fe la que hace el bautismo, sino la que lo recibe.Ahora bien, si no se recibe o usa el bautismo debidamente, esto no merma el valor del mismo,puesto que, como se ha dicho, está ligado a la palabra, pero no a nuestra fe. Aunque hoy mismoviniera un judío, con perversidad y mala intención, y nosotros lo bautizásemos con toda seriedad,no por ello, a pesar de todo, deberíamos decir que este bautismo no es verdadero. Pues, ahí estánel agua junto con la palabra de Dios, aunque él no lo recibiese como debe ser. Idéntico es el casode quienes indignamente se acercan al sacramento y reciben el verdadero sacramento aunque nocrean.Por consiguiente, ves que la objeción de los sectarios carece de todo valor. Porque, comoya dijimos, aun cuando los niños no creyeran, lo cual no sucede (como hemos demostrado), subautismo sería verdadero y nadie debería bautizarlos nuevamente. Es el mismo caso, si alguien seacerca al sacramento con mal propósito; el sacramento no perderá con eso nada de su valor y deningún modo se consentiría que por haber abusado del sacramento lo tomase a la misma hora,como si antes no hubiese recibido verdaderamente el sacramento, pues esto sería blasfemar yescarnecer en grado sumo. ¿Cómo llegamos a sostener entonces que la palabra y la institución deDios son inadecuadas y desprovistas de valor por el hecho de haber sido usadas de maneraindebida? Digo, por lo tanto: si antes no has creído, cree ahora y di: "Mi bautismo fue unverdadero bautismo; pero, por desgracia, no lo recibí como es debido". Porque, yo mismo y todoscuantos se hacen bautizar, debemos decir delante de Dios: "Yo vengo aquí con mi fe y tambiéncon la de los demás, pero no puedo basarme en el hecho de que yo crea y que mucha gente pidapor mí; antes bien, me baso sobre el hecho de que tales son tu palabra y tu orden". Del mismomodo, cuando me acerco al sacramento, no me baso en mi fe, sino en la palabra de Cristo; que yosea fuerte o débil, eso lo dejo decidir a Dios. Sin embargo, hay una cosa que sé y es que Dios meha ordenado que vaya a comer y a beber, etc., y que me da mi cuerpo y su sangre, lo que no mementirá, ni engañará. Lo misino hacemos con lo que se refiere al bautismo infantil. Llevamos alniño al bautismo, pensando y esperando que él crea y pedimos que Dios quiera concederle la fe.No obstante, no lo bautizamos por estas razones, sino únicamente porque así nos ha sidoordenado por Dios. ¿Por qué esto? Porque sabemos que Dios no miente. Yo y mi prójimo, ytodos los hombres, en fin, podríamos equivocarnos y engañarnos, pero la palabra de Dios nopuede fallar.Por esto, son espíritus presuntuosos y groseros quienes deducen y concluyen que dondeno haya fe, el bautismo tampoco será verdadero. Porque es lo mismo que si yo sacara la siguienteconclusión: "Si yo no creo, Cristo de nada vale". Y si yo no soy obediente de nada valen tampocomis padres carnales y las autoridades. Pero, ¿sería ésta una conclusión correcta que si alguien nohace lo que debe hacer, la cosa en sí misma —que es su deber— no es, ni debe valer nada?Amigo mío, invierte los términos y concluye más bien así: precisamente el bautismo es algo querealmente vale y es, además, verdadero, por muy indignamente que lo hayas recibido. Porque deno ser verdadero por sí mismo, no se podría usar indebidamente de él, no podría pecarse contraél. Se dice, en efecto: Abusus non tollit sed confirmat substantiam..." ("el abuso no suprime lasustancia, antes bien la confirma"). El oro no pierde nada de oro, porque lo lleve una malvada conpecado y vergüenza.Por consiguiente, podremos llegar a esta conclusión terminante: el bautismo permaneceverdadero y en toda su esencia cuando un hombre es bautizado y aunque éste no creaverdaderamente; porque la institución y la palabra de Dios no pueden cambiarse, ni modificarse292

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