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LIBRO DE CONCORDIA COMPLETO - Escritura y Verdad

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174] No podemos amar a Dios mientras está airado, y la ley nos acusa siempre, nosmuestra siempre a Dios airado. Por tanto, es necesario que conozcamos primero la promesa por lafe, y sepamos que por medio de Cristo el Padre está aplacado y nos perdona.175] Después es cuando empezamos a cumplir la ley. Apartándose de la razón humana yapartándose de Moisés, nuestros ojos deben ponerse en Cristo, y creer que Cristo nos ha sidodado para que nos justifiquemos por su mediación. Porque nunca satisfacemos a la ley en lacarne. Por tanto, nos justificamos, no por medio de la ley, sino por medio de Cristo, porque susméritos se nos conceden si creemos en El.176] Si alguno considera, pues, estos fundamentos, que no somos justificados por la ley,pues la naturaleza humana no puede cumplir la ley de Dios, no puede amar a Dios, sino quesomos justificados por la promesa de que por medio de Cristo nos ha sido anunciada lareconciliación, la justicia y la vida eterna, el tal entenderá fácilmente que se ha de atribuirnecesariamente la justificación a la fe, creyendo que no en vano ha sido Cristo prometido,propuesto, y no en vano ha nacido, padecido, resucitado, si la promesa de la gracia en Cristo noes vana, porque se hizo sin contar con la ley y fuera de ella desde el principio del mundo, ycreyendo que la promesa se acepta por la fe, como dice Juan en su primera Epístola, 5,10: El queno cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio, que Dios ha dadoacerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está ensu Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. YCristo dice, Juan, 8, 36: Sí el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Y Pablo, Rom. 5,2:Por quien también tenemos entrada a Dios, y añade, por la fe. Así pues, por la fe en Cristo serecibe la promesa de remisión de pecados y la justicia. No somos justificados delante de Dios porla razón o por la ley.177] Estas cosas son tan manifiestas y tan claras, que nos sorprende sea tanta la locura denuestros adversarios que puedan ponerlas en duda. Manifiesta es la prueba de que, pues no somosjustificados delante de Dios por la ley, sino por la promesa, necesariamente se ha de atribuir lajustificación a la fe. ¿Qué puede oponerse a esta prueba, a no ser que se quiera anular alEvangelio y a Cristo por completo?178] La gloria de Cristo brilla más cuando enseñamos que nos beneficiamos de El comoMediador y Propiciador. Las conciencias piadosas ven en esta doctrina que se les proponeabundantísimo consuelo, es decir, que deben creer y estar firmemente seguras de que por mediode Cristo tienen aplacado al Padre, y no por nuestra propia justificación, y que Cristo nos ayuda acumplir la ley.179] Nuestros adversarios le quitan a la Iglesia estos bienes tan grandes cuando enseñan lajusticia de la ley y se empeñan en suprimir la justicia de la fe. Cuiden, pues, las buenas mentes deno seguir los consejos impíos de nuestros adversarios. En la doctrina de nuestros adversariosacerca de la justificación, no se hace mención de Cristo, ni de cómo debemos escudarnos en Elcontra la ira de Dios, como si nosotros pudiésemos vencer la ira de Dios con nuestro propio amor,o amar a un Dios airado.180] Añádase que, de este modo, las conciencias permanecen en la incertidumbre. Porquesi han de creer que tienen a Dios aplacado porque le aman, porque cumplen la ley, es inevitableque duden siempre si Dios estará aplacado, ya que, o no sienten ese amor, como confiesannuestros adversarios, o piensan ciertamente que es demasiado pequeño, y saben que confrecuencia se enojan contra el juicio de Dios, que oprime la naturaleza humana con muchos malesterribles, con las miserias de esta vida, con los temores de la ira eterna, etc. ¿Cuándo reposará,cuándo se aquietará la conciencia? ¿Cuándo amará a Dios en medio de estas dudas y en medio deestos temores? ¿Qué puede ser esta doctrina de la ley sino doctrina de desesperación?84

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