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LIBRO DE CONCORDIA COMPLETO - Escritura y Verdad

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el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis loque quisiereis».Síguese de esto, pues, que tan pronto como el Espíritu Santo, como se ha dicho, mediantela palabra y los santos sacramentos, ha empezado en nosotros esta obra de la regeneración y larenovación, nosotros en efecto podemos y debemos cooperar, aunque todavía en forma débil,mediante el poder del Espíritu Santo. Pero esta cooperación no se verifica mediante nuestrasvirtudes carnales y naturales, sino gracias a las nuevas virtudes y los nuevos dones que el EspírituSanto nos ha concedido en la conversión, según lo afirma San Pablo expresamente al declararque, como colaboradores que somos con Dios, no recibimos en vano la gracia divina (2 Co. 6:1).Ahora bien, esto ha de entenderse sola y únicamente del modo siguiente: El que ha sidoconvertido, hace el bien siempre que Dios lo rija, guíe y conduzca con su Espíritu Santo; tanpronto empero como Dios aleja de él su mano misericordiosa, no podrá perseverar ni por unmomento más en la obediencia a Dios. En cambio, resulta inadmisible entenderlo en el sentido deque el convertido coopera con el Espíritu Santo a la manera como dos caballos144 tiranjuntamente de un carro; pues quien así lo entiende, ignora la verdad divina. («Así, pues, nosotros,como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios»[2 Co. 6:1]. «Porque vosotros sois el templo del Dios viviente» [2 Co. 6:16].)Por lo tanto, hay una gran diferencia entre los que han sido bautizados y los que no lo hansido. Pues ya que, según la enseñanza de San Pablo (Gá. 3:27), todos los que han sido bautizadosen Cristo, de Cristo están revestidos, y así han sido verdaderamente regenerados, tienen ahoravoluntad libre, o, como dice Cristo, son hechos libres de nuevo (Jn. 8:36); de donde se desprendeque pueden no sólo oír la palabra, sino también dar sentimiento a ella y aceptarla, aunque enforma débil.Puesto que en esta vida recibimos solamente las primicias del Espíritu y el nuevonacimiento no es completo, sino que sólo ha empezado en nosotros, el combate y la lucha entre lacarne y el espíritu permanece aún en los que han sido elegidos y verdaderamente regenerados;pues se percibe una gran diferencia entre los cristianos, no sólo porque uno es débil y otro fuerteen el espíritu, sino también porque cada cristiano se siente gozoso en el espíritu en ciertosmomentos y temeroso y alarmado en otros; en ciertos momentos siente un amor ardiente haciaDios, al igual que una fe fuerte y una esperanza firme, y en otros momentos se siente frío y débil.Pero si los que han sido bautizados obran en contra de su conciencia y permiten que elpecado los domine y así entristecen al Espíritu Santo que mora en ellos y lo pierden, no debenosar bautizarse de nuevo, aunque es cierto que tienen que convertirse otra vez como ya hemosaseverado sobre este asunto.Pues es en sumo cierto que en una conversión genuina tiene que efectuarse un cambio,una nueva manera de sentir y un movimiento en el intelecto, la voluntad y el corazón, esto es, elcorazón debe percibir el pecado, temer la ira de Dios, abandonar el pecado, y debe ademáspercibir y aceptar la promesa de la gracia en Cristo, tener buenos pensamientos espirituales,imponerse ideales dignos, ser diligente y luchar contra la carne. Pues donde no existe ni seejecuta nada de esto, allí no existe tampoco la verdadera conversión. Pero ya que el asuntoconcierne a la causa eficiente, esto es, quién obra esto en nosotros, y de dónde lo recibe elhombre y cómo lo alcanza, esta doctrina nos informa que, como las virtudes naturales del hombreno pueden hacer ni ayudar a realizar nada (1ª Co. 2:14; 2 Co. 3:5), Dios, en su infinita bondad ymisericordia, viene primero a nosotros y hace que su santo evangelio sea predicado. Medianteeste santo evangelio, el Espíritu Santo desea obrar y realizar en nosotros esta conversión yrenovación, y mediante la predicación y el estudio de su palabra enciende en nosotros la fe yotras virtudes piadosas, de modo que éstas son dones y obras del Espíritu Santo únicamente. Esta356

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