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LIBRO DE CONCORDIA COMPLETO - Escritura y Verdad

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Pero si alguien no quiere oír la predicación ni leer la palabra de Dios, sino que despreciala palabra y la congregación de Dios, y así muere y perece en sus pecados, no puede ni consolarsea sí mismo con la elección eterna de Dios ni obtener su misericordia. Pues Cristo, en quien somosescogidos, ofrece su gracia a todos los hombres en la palabra y los santos sacramentos, y deseaencarecidamente que su palabra sea oída, y ha prometido que donde dos o tres están congregadosen su nombre y ocupados en su santa palabra, él está en medio de ellos (Mt. 18:20).Pero cuando el tal desecha la instrucción del Espíritu Santo y no quiere oír, no se le haceinjusticia si el Espíritu Santo no lo ilumina, sino que lo abandona a las tinieblas de suincredulidad y lo deja perecer. Respecto a esto se nos dice en Mateo 23:37: «¡Cuántas veces quisejuntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!»Al respecto, bien puede decirse que el hombre no es una piedra o un pedazo de madera.Pues una piedra o un pedazo de madera no resiste a la persona que lo mueve, ni entiende ni sientelo que se hace con él; no así el hombre, que con su voluntad resiste a Dios el Señor hasta que esconvertido. Y sin embargo, es verdad que el hombre antes de su conversión es una criaturaracional, poseída de entendimiento y voluntad; pero no de un entendimiento con respecto a lascosas divinas, o de una voluntad que desea lo bueno y saludable. Pero no puede hacer nada enabsoluto para su conversión (como ya queda dicho repetidas veces), y en este respecto es peorque una piedra o un pedazo de madera; pues resiste la palabra y la voluntad de Dios, hasta queDios lo despierta de la muerte del pecado, lo ilumina y lo renueva.Y aunque Dios no obliga al hombre a la conversión (pues aquellos que siempre resisten alEspíritu Santo y persisten en oponerse a la verdad conocida, como dice Esteban de los judíosendurecidos que no se han convertido [Hch. 7:15]), no obstante, Dios el Señor atrae al hombre alcual desea convertir, y lo atrae de tal manera que el entendimiento entenebrecido se cambia enuno iluminado, y la voluntad perversa en una obediente. Y esto es lo que la <strong>Escritura</strong> llama «crearun corazón limpio» (Sal. 51:10).Y por esta causa no se puede decir con razón que el hombre antes de su conversión poseeun modus agendi, esto es, cierto modo de hacer algo bueno y saludable en lo que respecta a lascosas divinas. Pues ya que el hombre antes de su conversión está muerto en pecados (Ef. 2:5), nohay en él poder alguno para obrar algo en lo que respecta a las Cosas divinas, y por consiguiente,tampoco posee un modus agendi, o cierto modo de realizar cosas divinas. Pero cuandoconsideramos la manera como Dios obra en el hombre, es muy cierto que Dios tiene un modusagendi, o cierto modo de obrar en el hombre, como en una criatura racional, y otro modo de obraren una criatura irracional, o en una piedra o en un pedazo de madera. Sin embargo, antes suconversión no se le puede atribuir al hombre ningún modus agendi, esto es, ni la más mínimacapacidad de hacer algo en cosas espirituales.Pero después que el hombre ha sido convertido e iluminado, y renovada su voluntad,entonces desea lo bueno (por cuanto ha sido regenerado o es un nuevo hombre), y según elhombre interior se deleita en la ley de Dios (Ro. 7:22), y sigue haciendo lo bueno hasta donde yen tanto que sea impulsado por el Espíritu Santo, según dice San Pablo «Todos los que songuiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Ro. 8:14). Este impulso del espírituSanto no es coerción, sino que el hombre que ha sido convertido hace lo bueno espontáneamente,según dice David «Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder (Sal. 110:3). Ysin embargo, la lucha entre la carne y el Espíritu sigue aún en el regenerado. Sobre esto escribeSan Pablo, «Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; Pero veo otra ley en mismiembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado queestá en mis miembros» (Ro. 7:21 y sigte.). Y 25: «Así que yo mismo con la mente sirvo a la leyde Dios, mas con la carne a la ley del pecado». Y en Gálatas 5:17: «El deseo de la carne es contra355

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