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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

firmeza que antes. Comparó entre sí a ambas partes contendientes, y vio que la sabiduría <strong>de</strong> <strong>los</strong> papas,<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> reyes y <strong>de</strong> <strong>los</strong> prelados había sido anulada <strong>por</strong> el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la verdad. <strong>El</strong> papado había sufrido una<br />

<strong>de</strong>rrota que iba a <strong>de</strong>jarse sentir en todas las naciones al través <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong>. Al notar el legado el efecto<br />

que produjeran las palabras <strong>de</strong> Lutero, temió, como nunca había temido, <strong>por</strong> la seguridad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r papal,<br />

y resolvió echar mano <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> medios que estuviesen a su alcance para acabar con el reformador.<br />

Con toda la elocuencia y la habilidad diplomática que le distinguían en gran manera, le pintó al joven<br />

emperador la insensatez y el peligro que representaba el sacrificar, en favor <strong>de</strong> un insignificante fraile,<br />

la amistad y el apoyo <strong>de</strong> la po<strong>de</strong>rosa se<strong>de</strong> <strong>de</strong> Roma.<br />

Sus palabras no fueron inútiles. <strong>El</strong> día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la respuesta <strong>de</strong> Lutero, Car<strong>los</strong> mandó a la dieta<br />

un mensaje en que manifestaba su <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> seguir la política <strong>de</strong> sus antecesores <strong>de</strong> sostener y<br />

proteger la religión romana. Ya que Lutero se negaba a renunciar a sus errores, se tornarían las medidas<br />

más enérgicas contra él y contra las herejías que enseñaba. "Un solo fraile, extraviado <strong>por</strong> su propia<br />

locura, se levanta contra la fe <strong>de</strong> la cristiandad. Sacrificaré mis reinos, mi po<strong>de</strong>r, mis amigos, mis tesoros,<br />

mi cuerpo, mi sangre, mi espíritu y mi vida para contener esta impiedad. Voy a <strong>de</strong>spedir al agustino<br />

Lutero, prohibiéndole causar el más leve tumulto entre el pueblo; en seguida proce<strong>de</strong>ré contra él y sus<br />

secuaces, como contra herejes <strong>de</strong>clarados, <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> la excomunión, <strong>de</strong> la suspensión y <strong>por</strong> todos <strong>los</strong><br />

medios convenientes para <strong>de</strong>struir<strong>los</strong>. Pido a <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> <strong>los</strong> estados que se conduzcan como fieles<br />

cristianos." —Id., cap. 9. No obstante el emperador <strong>de</strong>claró que el salvoconducto <strong>de</strong> Lutero <strong>de</strong>bía ser<br />

respetado y que antes <strong>de</strong> que se pudiese proce<strong>de</strong>r contra él, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jársele llegar a su casa sano y salvo.<br />

Dos opiniones encontradas fueron entonces propuestas <strong>por</strong> <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> la dieta. Los emisarios y<br />

representantes <strong>de</strong>l papa solicitaron que el salvoconducto <strong>de</strong>l reformador fuera violado. "<strong>El</strong> Rin —<br />

<strong>de</strong>cían— <strong>de</strong>be recibir sus cenizas, como recibió hace un siglo las <strong>de</strong> Juan Hus." —Ibid. Pero <strong>los</strong> príncipes<br />

alemanes, si bien papistas y enemigos jurados <strong>de</strong> Lutero, se opusieron a que se violara así la fe pública,<br />

alegando que aquello sería un baldón en el honor <strong>de</strong> la nación.<br />

Recordaron las calamida<strong>de</strong>s que habían sobrevenido <strong>por</strong> la muerte <strong>de</strong> Juan Hus y <strong>de</strong>clararon que<br />

el<strong>los</strong> no se atrevían a acarrearlas a Alemania ni a su joven emperador. Car<strong>los</strong> mismo dijo, en respuesta<br />

a la vil propuesta: "Aun cuando la buena fe y la fi<strong>de</strong>lidad fuesen <strong>de</strong>sterradas <strong>de</strong>l universo, <strong>de</strong>berían hallar<br />

refugio en el corazón <strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes."—Ibid. Pero <strong>los</strong> enemigos más encarnizados <strong>de</strong> Lutero siguieron<br />

hostigando al monarca para que hiciera con el reformador lo que Segismundo hiciera con Hus:<br />

abandonarle a la misericordia <strong>de</strong> la iglesia; pero Car<strong>los</strong> V evocó la escena en que Hus, señalando las<br />

ca<strong>de</strong>nas que le aherrojaban, le recordó al monarca su palabra que había sido quebrantada, y contestó:<br />

"Yo no quiero sonrojarme como Segismundo." —Lenfant, tomo 1, pág. 422.<br />

Car<strong>los</strong> empero había rechazado <strong>de</strong>liberadamente las verda<strong>de</strong>s expuestas <strong>por</strong> Lutero. <strong>El</strong> emperador<br />

había <strong>de</strong>clarado: "Estoy firmemente resuelto a seguir el ejemplo <strong>de</strong> mis antepasados." — D'Aubigné, lib.<br />

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