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El Conflicto de los Siglos por Elena de White [Nueva Ed.]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

manifestarán un espíritu <strong>de</strong> humildad. Como Moisés, contemplaron la terrible majestad <strong>de</strong> la santidad y<br />

se dan cuenta <strong>de</strong> su propia indignidad en contraste con la pureza y alta perfección <strong>de</strong>l Dios infinito.<br />

<strong>El</strong> profeta Daniel fue ejemplo <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra santificación. Llenó su larga vida <strong>de</strong>l noble servicio<br />

que rindió a su Maestro. Era un hombre "muy amado" (Daniel 10: 11, V.M.) en el cielo. Sin embargo,<br />

en lugar <strong>de</strong> prevalerse <strong>de</strong> su pureza y santidad, este profeta tan honrado <strong>de</strong> Dios se i<strong>de</strong>ntificó con <strong>los</strong><br />

mayores pecadores <strong>de</strong> Israel cuando intercedió cerca <strong>de</strong> Dios en favor <strong>de</strong> su pueblo: "¡No <strong>de</strong>rramamos<br />

nuestros ruegos ante tu rostro a causa <strong>de</strong> nuestras justicias, sino a causa <strong>de</strong> tus gran<strong>de</strong>s compasiones!"<br />

"Hemos pecado, hemos obrado impíamente." <strong>El</strong> <strong>de</strong>clara: "Yo estaba . . . hablando, y orando, y<br />

confesando mi pecado, y el pecado <strong>de</strong> mi pueblo." Y cuando más tar<strong>de</strong> el Hijo <strong>de</strong> Dios apareció para<br />

instruirle, Daniel dijo: "Mi lozanía se me <strong>de</strong>mudó en pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> muerte, y no retuve fuerza alguna."<br />

(Daniel 9: 18, 15, 20; 10: 8, V.M.) Cuando Job oyó la voz <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> entre el torbellino, exclamó: "Me<br />

aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la ceniza." (Job 42: 6.)<br />

Cuando Isaías contempló la gloria <strong>de</strong>l Señor, y oyó a <strong>los</strong> querubines que clamaban: "¡Santo, santo,<br />

santo es Jehová <strong>de</strong> <strong>los</strong> ejércitos!" dijo abrumado: "¡Ay <strong>de</strong> mí, pues soy perdido!" (Isaías 6: 3, 5, V.M.)<br />

Después <strong>de</strong> haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es dado al hombre<br />

expresar, San Pablo habló <strong>de</strong> sí mismo como <strong>de</strong>l "más pequeño <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> santos." (2 Corintios 12: 2-<br />

4; Efesios 3: 8.) Y el amado Juan, el que había <strong>de</strong>scansado en el pecho <strong>de</strong> Jesús y contemplado su gloria,<br />

fue el que cayó como muerto a <strong>los</strong> pies <strong>de</strong>l ángel. (Apocalipsis 1: 17.) No pue<strong>de</strong> haber glorificación <strong>de</strong><br />

sí mismo, ni arrogantes pretensiones <strong>de</strong> estar libre <strong>de</strong> pecado, <strong>por</strong> parte <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que andan a la sombra<br />

<strong>de</strong> la cruz <strong>de</strong>l Calvario. Harta cuenta se dan <strong>de</strong> que fueron sus pecados <strong>los</strong> que causaron la agonía <strong>de</strong>l<br />

Hijo <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>strozaron su corazón; y este pensamiento les inspira profunda humildad. Los que viven<br />

más cerca <strong>de</strong> Jesús son también <strong>los</strong> que mejor ven la fragilidad y culpabilidad <strong>de</strong> la humanidad, y su sola<br />

esperanza se cifra en <strong>los</strong> méritos <strong>de</strong> un Salvador crucificado y resucitado.<br />

La santificación, tal cual la entien<strong>de</strong> ahora el mundo religioso en general, lleva en sí misma un<br />

germen <strong>de</strong> orgullo espiritual y <strong>de</strong> menosprecio <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios que nos la presenta como <strong>de</strong>l todo ajena<br />

a la religión <strong>de</strong> la Biblia. Sus <strong>de</strong>fensores enseñan que la santificación es una obra instantánea, <strong>por</strong> la cual,<br />

mediante la fe solamente, alcanzan perfecta santidad. "Tan sólo creed —dicen— y la bendición es<br />

vuestra." Según el<strong>los</strong>, no se necesita mayor esfuerzo <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l que recibe la bendición. Al mismo<br />

tiempo niegan la autoridad <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios y afirman que están dispensados <strong>de</strong> la obligación <strong>de</strong> guardar<br />

<strong>los</strong> mandamientos. ¿Pero será acaso posible que <strong>los</strong> hombres sean santos y concuer<strong>de</strong>n con la voluntad<br />

y el modo <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> Dios, sin ponerse en armonía con <strong>los</strong> principios que expresan su naturaleza y<br />

voluntad, y enseñan lo que le agrada? <strong>El</strong> <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llevar una religión fácil, que no exija luchas, ni<br />

<strong>de</strong>sprendimiento, ni ruptura con las locuras <strong>de</strong>l mundo, ha hecho popular la doctrina <strong>de</strong> la fe, y <strong>de</strong> la fe<br />

sola; ¿pero qué dice la Palabra <strong>de</strong> Dios? <strong>El</strong> apóstol Santiago dice: "Hermanos míos, ¿qué aprovechará si<br />

alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? . . . ¿Mas quieres saber, hombre vano,<br />

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